Aquí estoy de nuevo, en mi maravillosa Sídney, en mi gran bahía, en mi cómodo y luminoso hogar de Helene, desde esa ventana donde me siento a escribir, mi lugar en el mundo, la que siento como mi hogar. Pero no todo es alegría, Australia arde y eso entristece al mundo.
Llego a la bahía de Lavender, estoy junto al agua y no puedo ni ver los barcos por el humo, y ni mucho menos el puente. Me pregunto qué se verá desde mi Milson’s Point, voy para allá. Me encuentro que mi amada bahía parece sacada de una película de Jack el Destripador.
Por suerte viajo siempre con una mascarilla que uso en los aviones o en ciudades contaminadas, es la mejor inversión que hice el año pasado, hoy pruebo su gran eficacia, nunca pensé que la usaría para protegerme del humo del fuego que está quemando mis Montañas Azules, los pequeños koalas, canguros y tanta vida salvaje.
Me encamino a descubrir el jardín secreto, y algo humeante, Wendy Whiteley’s Secret Garden, creado y preservado por la esposa de un artista local, un remanso de paz en medio de la ciudad, rodeado de árboles y plantas, donde hacer un picnic o leer.
El humo se disipa junto a la bahía, camino hacia Luna Park y descubro el Comic Walk, un pequeño paseo junto al agua. En él habitan pequeñas figuras de personajes de comics australianos, entre ellos los creados por May Gibbs.
Esta mañana cojo el tren hasta Alexandria, un barrio de Sídney. Allí hay un lugar que es una mezcla de varios grandes restaurantes, carritos de helados y otras delicias, zona con mesas para comer al aire libre, zona con animalitos, en resumen, un compendio ideal para pasar un buen rato, se llama The Grounds of Alexandria.
La sopresa hoy es la fiesta de presentación de Frozen, llena de gente pequeña por todos lados. Me siento un poco princesa de película.
Como está muy lleno y no encuentro ningún rincón donde anidar, salgo a la búsqueda de algún lugar chulo, esta ciudad está llena. Os recuerdo que los cafés aquí abren muy temprano y cierran a las dos o a las cinco.
Voy a dar con Bread & Circus, una antigua fábrica donde confluyen heladería y restaurante bajo el mismo techo y donde hay una mesa con mi nombre. Me encantan estos lugares con grandes mesas donde compartir espacio con otros comensales. Paso unas horas escribiendo, este teclado universal que le compré al iPad es una maravilla, baratito, ligero y muy fácil de usar.
A mi regreso me paro en Mitchell Road Antique & Design Center un almacén gigante donde venden “de tó” vintage. Me encanta y es súper divertido lo que llego a encontrar.
También doy con un parque de bomberos, raro lo sé. Quiero hacerme con una camiseta o parche pero están de prácticas, nada, mi gozo, o el de Ricardo, en un pozo.
Madrugo y me voy al café a leer. Estos días vivo de tostadas de pan turco con aguacate y vegemite, Avo mash on Turkish bread le llaman, quiero sobredosis y voy bien encaminada, mi amiga Zuli me dice que ya empiezo a tener cara de aguacate. La guinda, el chocolate.
El tren queda junto al café así que hoy me voy a la parte histórica de la que ya os hablé, los Rocks. Frente al puerto, justo donde amarran los grandes cruceros hay una casita Patrimonio Histórico, el Cadman’s Cottage de 1816. Pertenecía al Sr. Cadman que pasó de ser convicto a timonel y finalmente tabernero. Es la residencia más antigua de Sídney.
Este barrio, donde llegaban los convictos, tuvo en el siglo XIX una banda llamada The Rocks Push controlando el lugar, de ahí su nombre. Tras la peste bubónica del siglo XX demolieron muchas casas y crearon espacio para construir el puente, solo quedó en pie esta casita, algunos pubs, hoteles, la iglesia de la guarnición…
Cambiando de vecindario, el mercado de Newtown es lo primero que me encuentro al salir del tren, en plena King Street, una calle llena de buena vibra, con edificios coloniales, tiendas muy chulis y trazos de arte urbano.
Además de alguna librería como Elizabeth’s Bookshop con ideas tan buenas como tener una cita a ciegas con un libro.
Amanece un día caluroso, me voy a la playa, haré el fabuloso paseo costero de Bondi a Coogee que tenía pendiente desde mi última visita a Sídney.
Hoy tomo el barco en el embarcadero F3 desde Circular Quay para visitar el equivalente australiano de Alcatraz, Cockatoo Island, un penal que se creó en 1839 cuando la cárcel de la isla de Norfolk se abarrotó. Allí encerrarían 323 y después 500 convictos.
Más adelante se convirtió en el mayor astillero australiano del siglo XX, y tuvo un papel fundamental en las dos guerras mundiales.
En barco llegaron también las protagonistas de una de las trilogías de Sarah Lark, pero a la isla vecina Nueva Zelanda. Hoy me gustaría hablaros del libro que sigue a “El país de la nube blanca” titulado “La canción de los maoríes” que continua con la saga familiar y en esta ocasión las hijas de las pioneras serán las protagonistas de aventuras, romances y exotismo en un paraíso lejano a finales del siglo XIX. Al igual que el primero disfruté hasta el final la compañía de estas mujeres valientes y con destinos inciertos.