Camino y me las encuentro, están aquí y allá, en medio de la acera, en un parque o junto al río, Budapest es una ciudad llena de estatuas de lo más curiosas. Me salen al paso, algunas son muy bonitas, tengo una favorita incluso. Si estás pensando que se tratan de las típicas estatuas de algún héroe de guerra sobre su caballo, aunque las hay, no, no se trata de esas, sigue leyendo y verás.
Empiezo cerca de casa, voy al supermercado y allí están tres de ellas, junto al mini parque Teleki Téri, sentado en un banco está la del político y académico Teleki László (1811-1861)
Frente a él, encuentro a este señor feliz que me muestra donde está sentado el señor Tedeki.
A dos metros está mi estatua favorita, la razón, el perro que sujeta la escalera al señor que cambia la bombilla, me parece tan cuqui.
A un par de paradas de tranvía, se encuentra una muy popular, “los niños de la calle Pál” basadas en la novela juvenil de 1907, del mismo nombre escrita por Ferenc Molnar.
A la estatua de la calle Corvin la reconoceréis enseguida (los de mi quinta al menos), sí, es Bud Spencer, antiguo nadador olímpico y actor de spaghetti western, muy popular en Hungría; el comunismo no aceptaba la gran mayoría de géneros, y él conquistó los hogares húngaros a través de la pequeña pantalla.
Junto al centro comercial vemos a un niño con fusil.
Al cruzar la calle principal József krt. en la esquina con Krúdy u hay una pequeña zona verde, allí está la estatua de una niña que parece se tira al mar de espaldas, junto a un pez y un erizo de mar, y al otro lado, un niño, de look dickensiano, que huye de un perro que lo tiene cogido entre sus fauces.
Yendo hacia el puente Margarita, se encuentra otro personaje muy popular de la televisión de los 70, el detective Colombo y su perro, con el cual parece estar charlando en esta figura que los inmortaliza. Se halla en la calle Falk Miksau u., que fue editor de un periódico húngaro y ancestro del actor Peter Falk, quien daba vida a Colombo.
A unos metros, en una zona verde vigilando el río sobre un puente que forma parte de esta la misma está la estatua de Imre Nagy, un político húngaro.
En un post anterior os hablé del Parque de la Ciudad, allí junto a la copia del castillo de Drácula se encuentra la Estatua del Anónimo, un personaje que parece salido de una película de Halloween y que representa a un cronista (quizá el Rey Béla II), con unos ojos que impresiona mirar y una pluma que hay que tocar si uno ha perdido la inspiración, según cuenta la leyenda.
Yendo del Four Seasons Hotel a la Basílica de San Esteban está la simpática estatua del policía gordo, que según cuentan las leyendas urbanas, si le tocas la tripa podrás comer sin miedo a engordar.
¿Recordáis que os mostré a Franz Liszt cerca de la calle Andrássy?
Os aseguré que os hablaría de la estatua de Jószef Attila “el gran poeta proletario” abrazándose a sí mismo, no es la única que encontraremos de este apreciado poeta húngaro.
En otra le vemos pensativo, junto al Parlamento, mirando al Danubio emulando su poema que reza así:
“Sentado en la piedra más baja del muelle,
vi como navegaba una cáscara de sandía.
Apenas escuchaba, sumergido en mi suerte,
el rumor de la superficie y el silencio del fondo.
Como si mi corazón arrancara su curso,
era turbio, grande y sabio el Danubio…”
En Buda, la otra orilla del Danubio, a la altura del Bastión de los Pescadores, descansa un pequeñín muy gracioso, quizá es la estatua más cuqui y pequeñita de todas, el Gran Gusano Horgász, un personaje popular de dibujos animados de los 80 en Hungría y la nota tierna de este post, sobre todo antes de lo que os voy a narrar.
Recientemente se creó, también junto al Danubio, una escultura homenaje a las víctimas judías del partido fascista de la Cruz Flechada durante la Segunda Guerra Mundial, en forma de sesenta zapatos. La historia es escalofriante ya que en ocasiones los ataban en pares por los pies, disparaban a uno que caía al agua helada arrastrando al otro. El zapato representa un bien escaso y caro, les obligaban a quitárselos antes de disparar. Espeluznante, y yo me pregunto ¿hemos aprendido algo? tengo mis dudas …
Tres calles más atrás se encuentra la Plaza de la Libertad, allí posan dos presidentes estadounidenses, Ronald Reagan al cual consideran como un símbolo en la lucha contra el comunismo soviético. Se encuentra junto a la embajada americana al igual que el expresidente George Bush, el cual apoyó la democracia en el país y la lucha anticomunista.
Regresando a la orilla del río frente al Castillo de Buda sentada, feliz, está la representación de la hija del artista László Marton, que creó está pequeña estatua llamada “el Duende” o “la Princesa del Danubio”. Parece que su hija solía jugar a ser princesa vistiendo su albornoz y una corona hecha de periódicos.
Junto a ella está otra de las estatuas entrañables, quizá sea el hecho de que uno de los dos protagonistas sea un perro sujetando la pelota y la otra una niña que se la pide.
Al pintor Ignác Roskovisc (1854-1915) lo hallamos pintando la belleza del río.
Los maestros del Jardín de los Filósofos del que os hablaré muy pronto.
Buscar las estatuas que pueblan esta ciudad la hacen más interesante, divertida y vistosa, se convierte en una especie de gincana. Quedan muchas más que descubriré en mi próxima visita, ¿me acompañas?
Hoy he elegido la compañía de un libro que fue publicado el día de mi cumpleaños el 2 de abril de 1997, su autor, Patrick Modiano, ganador del Premio Nóbel. Dora Bruder es una joven judía que desaparece en 1941 en el París ocupado. Modiano la busca, investiga y de alguna forma entrelaza su propia historia con la de esta niña de 15 años. Una autobiografía escrita por un novelista, brillante.
Como olvidarme de la “Fuente del libro abierto” lectoras y lectores.