Llovía, Helene y yo decidimos coger el coche e irnos a la aventura. Nos dirigimos en dirección a Peats Bridge, allí nos paramos a comprar fruta y verdura local. Al lado de la carretera había un “honesty box” o una caja de honestidad, nunca había visto una, luego me enteré que en el Reino Unido también las tienen.
La forma en la que funcionan es la siguiente: los granjeros colocan sus frutas y verduras en la vera de la carretera, los que por allí pasamos cogemos lo que queremos y dejamos el dinero que cuesta en la caja, ¡chin pun!. Me parece genial como confían en sus ciudadanos, ¡me encanta!
Desde allí nos dirigimos a un restaurante, estaba cerrado por vacaciones, una pena. También se encuentra junto a la carretera junto un café y un par de tiendas.
Aprovechamos para ir al lavado y bromeamos sobre esta “antigualla”. Prometo que, Australia está lejos, pero tienen lavabos de este siglo.
Seguimos nuestro camino hacia Mangrove Creek y nos adentramos en tierra de manglares, verde y preciosa. Las cigalas cantaban y hacían un ruido ensordecedor, nunca las había oído cantar tan alto.
Allí fuimos a un lugar que solía ser un centro donde hacían retiros de yoga. Sus instalaciones son fabulosas, una pena que esté cerrado y a la venta. No encontramos a nadie y echamos un vistazo, todo quedaba oculto entre los árboles, mezclado entre el paisaje, había hasta tanques para reciclar. Salió el amable guarda a saludar, debo decir que parecía el doble del personaje “Wally” Walter Reilly de la película “Cocodrilo Dundee”.
Nos seguimos adentrando entre los bosques hasta llegar a Spencer, “el centro del universo” según reza su cartel. Allí admiramos un enorme lago, más manglares y fuimos a comer a un pequeño restaurante-tienda, la única que parecía haber en el lugar.
De nuevo tuvimos mala suerte para comer, ya habían cerrado la cocina. El dueño fue muy agradable con nosotras y nos invitó a regresar para probar sus delicias australianas.
Desde allí tomamos el camino de vuelta a la ciudad recorriendo los bellos y verdes caminos de Nueva Gales del Sur.
De regreso a casa tras un día precioso y lluvioso nos pusimos a charlar sobre libros. Yo recordé uno que me encantó, “El tiempo entre costuras” de María Dueñas. Fue el primer libro que leí de esta autora y debo decir que se ha convertido en una de mis favoritas. En él nuestra protagonista Sira, una modista que deja Madrid, con un hombre del que se ha enamorado, para ir a vivir a la exótica Tánger justo antes de la Guerra Civil. Tras su traición se mudará sola y llena de deudas a Tetuán, donde montará un taller clandestino de moda que la llevará a conocer personajes importantes y a ser algo parecido a una espía, entre otras muchas vicisitudes. Todo ello la convierte en una novela llena de historia, pasiones y aventuras, totalmente adictiva y apasionante. Nos lleva a recordar la historia reciente, visualizar el lujo y la forma de vida que en esos días se disfrutaba en aquellas ciudades, parte del Protectorado Español. De ella se hizo una mini serie que vi tras leer el libro, y debo decir que me gustó mucho su adaptación.
Espero vosotros también disfrutéis de esta lectura y de este país que tanto amo. En el próximo post sobre Australia nos iremos a la tropical Brisbane, ¡allí nos vemos nómadas!
3 comentarios
Me ancanta! Cómo todos los demás!. Que ganas de leer el próximo 🙂
Hola! Voy leyendo poco a poco por falta de tiempo, pero siempre deseo leerte. Me encanta y me trae buenos y bonitos recuerdos. Gracias por hacerme partícipe de tu Blog. Un abrazo de oso guapetona. Besitos de colores de parte de los dos.
Ohhhh darling, muchas gracias 🙏🏼, me hacen muy feliz vuestras palabras. Mil besitos de colores, estrellitas y brillibrilli.