El color de Singapur.

 


Singapur es una ciudad-estado formada por sesenta y tres islas, la cual se independizó de Malasia el 9 de agosto de 1965, o sea hace cincuenta y cuatro añitos.

Hace muchos años visité por primera vez este  país, un gran desconocido para mí; hoy en día la imagen que mejor representa el Singapur moderno y rico es el Marina Bay Sands, edificio que se levanta en su hermosa marina.

Desde él me gusta disfrutar de las mejores vistas del skyline de la ciudad, tanto desde su terraza inferior.

Como desde lo alto en el roof top, tomando algo mientras espero la puesta de sol, o  incluso desde su infinity pool si me apetece un chapuzón.

De noche la ciudad cobra vida, quizá sea por el calor o el jetlag que sufrimos la gran mayoría de sus visitantes que hace que salgamos a esas horas tardías. Cada día a las siete y a las ocho de la tarde disfrutamos de un espectáculo de luz y música en el corazón de la bahía.

Esta noche Vivian y yo vamos a admirarlo desde la explanada de madera situada frente al Marina Bay Sands, también podéis elegir verlo desde su cúpula, algo que os recomiendo hacer al menos una vez si estáis de paso por negocios o de vacaciones.

Algo que tampoco os podéis perder son los Jardines de la Bahía (Gardens by the Bay), que quedan justo al lado, una increíble combinación de arte en forma de árbol mezclado con la belleza de las plantas exóticas. Vivian dice, ve a las cuatro, disfruta del lugar, de los árboles iluminados y quédate para el show.

En el lado opuesto hay un mercadillo de comida exterior llamado La Explanada, ofrecen mucha comida de diferentes lugares ideal para disfrutar después del show. Nos encanta la comida y más el hecho de que está servida sin plástico de un solo uso, ¡bien hecho!

En un lugar prominente de la marina, cercano al centro financiero vive el Merlión, cabeza de león y cuerpo de pez, que se ha convertido en el símbolo de Singapur. Quizá nos convirtamos nosotras también en uno a este paso.

Por la mañana nos aventuramos buscando una calle colonial muy colorida, para llegar a ella cruzamos la gran metrópoli (o quizá pequeña, pero desde el centro de ella no os lo parecerá)

Al llegar a Emerald Hill nos encontramos con los primeros contrastes de este bello lugar. Queda al lado de Orchad Road que es una de las calles principales de esta ciudad.

Las coloridas casitas de la era colonial se presentan ante nosotras como si fueran parte de un cuentito de hadas.

Desde allí caminamos hasta Little India, con el punto de peligrosidad por derretimiento ya que estamos en pleno verano. Recordad llevar siempre mucha agua en países calurosos, se anda mucho, se suda más y hay que mantener los niveles de minerales óptimos para seguir nomadeando.

Allí nos encontramos algunos de sus fabulosos y coloridos templos como el Sri Krishnan.

Junto a él está el Templo Chino de la Buena Suerte, el Kwan Im Thong Hood Cho Temple llenísimo de gente y con un mini mercado en frente repleto de flores e inciensos para las ofrendas.

A este Buda gordito debes tocarle la panza con la mano derecha, según dicen, para que te traiga prosperidad, así que allá voy.

Llegando a Bussorah Street, una calle llena de vida y restaurantes, está la mezquita Masjid Sultan, centro de la comunidad musulmana de Singapur.

Nos sentimos transportadas a la exótica India con sus agradables gentes, olores a incienso (que tiene un aroma muy diferente al chino) y collares de flores, todo ello me hace sentir que hemos cambiado de país en unos cuantos pasos, ¡qué contrastes!

A unos metros está el templo Sri Veeramakaliamman Temple (os reto a pronunciarlo) está cerrado, pero la pirámide de figuras exterior nos basta para encandilarnos.

Nos entra hambre así que vamos a un restaurante vegetariano e hindú, divina combinación tiene el Gokul Restaurant.

El arte urbano de la calle Arab y el que encontramos por el camino trasmite color, alegría y danza.

Esta mañana mis aubarcas me llevan al Jardín Botánico. Un oasis de verdor y belleza para ser recorrido entero, sí bajo riesgo de lipotimia por calor.

Su gran lago alberga cisnes, reales y en forma de bella estatua, también son habitantes unos grandes peces, enormes, me quedé con la boca abierta al verlos.

El jardín ofrece una zona infantil con muchas actividades para niños, un jardín de plantas curativas y dibujos de los antiguos habitantes del lugar, entre otros muchas sorpresas.

La guinda es su gran jardín de orquídeas, más color y más belleza. Color es la palabra para describir este post.

Algo diferente es el libro que leí cuando era joven, “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole, el cual me pareció un relato sobre las miserias humanas y el egoísmo que reina en esta sociedad, relatado en un tono irónico y primera persona en algunos fragmentos por su protagonista Ignatius J. Reilly, y en otros con retazos de epístolas que intercambia con su amiga.

Ignatius es un ser grandote, bastante único y estrambótico opuesto al capitalismo, que se comía los perritos calientes que tenía que vender o desorganizaba los archivos que tenía que archivar, empleos que forman el hilo de esta novela picaresca que ganó un premio Pulitzer en 1981.

 

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