Un paseíto hasta Sóller en tren. Mallorca

 


En plena Serra de Alfabia entre nubes verdes iluminadas por un sol mediterráneo se abre frente a nosotros Sóller.

Llegamos a él desde la estación de tren de Buñola (también podéis salir desde la estación de Palma). En un viaje a través del tiempo, el viejo tren de madera nacido en 1912, nos lleva a través de una Mallorca verde y frondosa de la Tramontana. A medida que nos acercamos al “valle de oro”, como le llamaban los musulmanes, iban apareciendo sus arboles autóctonos, los naranjos.

A medio camino el tren para frente al mirador Pujol d’en Banya y se abre ante nosotros el que considero uno de los pueblos más bellos de Mallorca. Allá arriba me siento como en un cuento.

Al llegar a la estación me aventuro, de la mano de mi primo Paco, a conocer los entresijos de este idílico tren. Los pocos trabajadores que allí hay (por los tiempos del COVID) me reciben amablemente, me enseñan su taller y me cuentan como mantienen al viejo viajante en óptimas condiciones.

Junto al tren pasa el tranvía que lleva a los visitantes al Puerto de Sóller, lo dejamos rodar porque hoy vamos a ver la razón de porqué este pueblo es tan bonito. Empezamos por la avenida des Born, pasando los bares de entretenimiento de los locales.

La crisis de los naranjos de 1860 impulsa a los sollerics a emigrar; más adelante regresarán, y una oleada de modernismo se establecerá en la villa con estos nuevos burgueses. Edificarán el Banco de Sóller en 1899, emplazado en la plaza de la Constitución, donde acabamos de llegar. La idea era que el capital de los que inmigraron a Francia o a las Américas se quedara en el valle.

Junto a él está la iglesia de San Bartolomé, también conocida como “la catedral del norte”, miradla y sabréis porqué. Su asombrosa fachada fue protagonista de una de las portadas del libro “Un mundo sin fin” de Ken Follet.

Desde allí tomamos la calle más popular, encantadora y llena de tiendecitas del pueblo, carrer de sa Lluna.

Otra muestra del modernismo europeo que llegó a Sóller se refleja en el edificio Can Prunera, Museo de Arte Modernista hoy en día. Parece que a los inmigrantes retornados les gustaba competir a ver quien construía la casa más bonita, mirad que hermoso legado nos han dejado.


Caminamos, exploramos y nos dejamos llevar por esas callecitas hasta el Mercado Municipal.


O el majestuoso Gran Hotel Sóller.

Desde 1855 se celebran los “moros y cristianos” recordando la victoria de los sollerics sobre los sarracenos el 11 de mayo de 1561. El día amanece con una gran “batalla” en el puerto y acaba con una gran “lucha” en el pueblo, diversión a raudales para todo el que participa o visita el lugar la segunda semana de mayo, que es cuando también celebran Es Firó”.

En la carretera Palma-Puerto de Sóller están los bellos Jardines Botánicos con una gran muestra de flora del lugar y una colonia de insectos colonizadores que viven allí felizmente. Dentro también está el Museo Balear de Ciencias Naturales, con mucha información interesante sobre la historia natural de las islas.


El hambre acucia y nos vamos de nuevo a la calle de sa Lluna y en una de sus pequeñas travesías está el Restaurante vegetariano-vegano C’an Llimona. Entro, miro, me enamoro y saco la cámara para contároslo, que entrañable es, tiene un piano para ser tocado, dos gatitos que nos acompañan, admiten mascotas, su menú no es muy largo, pero sí muy fresco y todo está riquísimo y recién hecho por Claudia, su dueña.

Cogemos el último tren, (en tiempos de COVID solo hay uno por la mañana y otro por la tarde) el regreso es igual de bonito que la ida. Entre las montañas de la Tramontana y esa luz de otoño llegamos a Buñola, a tiempo de tomarnos algo en el bonito café chill outCafé del Viatge” en la misma estación, con vistas a la Sierra de Alfabia.

El mejor acompañante de este post no es otro que el libro “El sonido de un tren en la noche” de la fabulosa Laura Riñón Sirera cuya pluma me provoca tantos sentimientos … En esta historia conocemos la juventud truncada de Clementina, su padrino la va a llevar a Nueva York a estudiar arte, que junto con los libros serán su mayor bálsamo. Clementina se funde con Sophie que huye de su propia historia llegando a un lugar que parece sacado de un cuento, como Sóller. Allí conoce a dos hermanas maravillosas con las que va a recuperar la sonrisa.

Las letras, los libros, son terapias para el alma, el halo de misterio que rodea una musa puede inspirar una gran historia, aderezada con toques de amistad, sufrimiento y suspense, todo ello dando voz a uno de los grandes problemas de nuestros días.

Con vehemencia suscribo las palabras de Clementina: “todo resulta más sencillo cuando una logra escapar a las páginas de una novela”

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Mis viajes alrededor del mundo siempre acompañados de un buen libro. My travels around the world always accompanied by a good book.