Perito Moreno. Patagonia Argentina.

LLego a mi hotel de Buenos Aires, dejo la maleta y voy a la calle Florida a cambiar dinero. Mi vuelo sale esta tarde desde Aeroparque, el pequeño aeropuerto cerca del centro de BA.

He sacado mi equipo montañero, botas, ropa de abrigo y botella termo y estoy lista para partir y admirar una de las maravillas de la naturaleza más impresionantes que existen, no quepo en mí de emoción. 

El vuelo a Calafate dura tres horas, llego ya de noche, en llegadas hay unos kioscos donde puedo pagar el transfer que me llevará al hotel, reservo también la vuelta y al salir a la derecha está el mini bus que me llevará a mi cama, no he dormido nada.

Llego a Calafate Hostel donde me recibe un amable joven y entro en mi cómoda y calentita habitación, fuera estamos a -2 grados. Por la mañana tomo el desayuno, me pongo el equipo y ya estoy lista.

He reservado un tour con Calafate Tours y me recogen en el hotel sobre las 8 am. Todavía está oscuro, es agosto, o sea pleno invierno austral.

Al inicio de nuestro camino nuestra simpática guía nos cuenta la razón del porqué no hay árboles son los fuertes vientos, y las rocas redondas que nos encontramos se llaman “bloques erráticos” empujados por glaciares hace 20.000 años. Tenemos la suerte de ver un carancho y un águila, un cóndor andino, un reno, una mofeta y algunos pájaros autóctonos. Una maravilla.

Vamos a bordear el Lago Argentino, el más grande del país. Detrás de la cordillera de los Andes se encuentra el campo de hielo patagónico sur, una altiplanicie de más de 1000 mts sobre el nivel del mar. Nieva mucho, 16 mts a más de 1000 a nivel del mar, se aprieta y pierde el aire entre los copos, se compacta y cada año cae nieve y no se derrite. Tarda entre 5 y 15 años en pasar de nieve fresca a hielo glaciar (o hielo azul)

Uno de los brazos del lago es el Brazo Rico donde encontraremos a nuestro amigo el glaciar que, en ocasiones, forma una presa al subirse sobre la península llamada de Magallanes y bloquea el agua que fluye entre los dos brazos del lago que van al mar, de ahí que partes de la costa del Rico no tengan vegetación, por la subida del agua. 

Lo vemos, el Perito Moreno, el glaciar más famoso del país y que puede ser visitado y más grande que la ciudad de Buenos Aires. La visita empieza con un paseo en barco que no pude reservar pero, nuestra guía consiguió un asiento extra, menos mal porque me había quedado un poco plof. No sabía la gran sorpresa que esta experiencia me reservaba durante este paseo acuático y la suerte que iba a tener de ver lo que vi. 

Subimos al barco, no puedo describir la sensación que siento, impresionada y a medida que pasan los minutos entro en estado de éxtasis. Está nublado, y parece que eso hace que se vea más ese color azul de la cara sur, que es la que vemos desde la nave.

De repente lo oímos rugir, empieza a caer, un buen trozo se desprende, el capitán del navío lo maneja con destreza y nos aleja lo suficiente, porque lo que no esperamos es ver salir del fondo una formación azul en forma de ballena de hielo, el síndrome de Stendhal ataca, es IMPRESIONANTE. Me siento muy AFORTUNADA de haber sido testigo de este espectáculo de la naturaleza, me dicen que no siempre pasa, pues yo no solo lo vi caerse, sino emerger con una forma viva, mientras escribo me invade ese éxtasis que sentí de la emoción. El vídeo completo lo podéis ver en Instagram, tenía el teléfono en la mano, que sólo sostuve, porque no podía perderme en vivo y en directo la maravilla que estaba viendo. 

Volvemos al minibús y de allí hasta el centro de visitantes, donde nos explican cómo funcionan las diferentes pasarelas, con varios colores y nos dan dos horas para pasear y admirar al Perito.

Desde la primera pasarela puedo ver la cara sur y el lugar donde el glaciar se monta y  provoca que se cree la presa, junto a ella está el Canal de los Témpanos.

Desde la siguiente tengo ante mí con todo su esplendor la cara norte del Perito. Hay miradores, yo busco la soledad y así puedo concentrarme en escuchar como ruge, ver como algunos trozos caen y hago mil fotos y vídeos, tantas como se pueden hacer a un trozo de hielo.

Lo que rodea el Perito es de una belleza exquisita, siento una paz y una calma, no quiero irme, de hecho, hay un restaurante donde poder comer algo, pero yo me he traído unas barritas de cereales para no separarme del glaciar ni un minuto. 

A nuestro regreso me siento tan feliz y en seguida escribo a Silvia, ella lo visitará en un par de semanas, y no se imagina lo que es verlo y sentirlo cerca. 

La “playa” de Calafate está congelada y se convierte en la pista de hielo más grande que he visto. Quiero cenar y voy a El Bodegón que queda junto a mi hostal, me reciben dos perritos muy divertidos, me tratan súper bien y la comida es deliciosa y abundante. 

Por la mañana, tras desayunar y a la hora acordada, me recogen. Mientras espero sigo leyendo el libro Las Malas de la escritora argentina Camila Sosa Villada, un relato que te llega al alma sobre ellas, las travestis, sus historias, su fortaleza, su invisibilidad. Una maravilla de libro. 

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