Omán, la joya de Arabia

Omán, otro país que visité sin expectativas y … ¡ME ENAMORÓ!.
Lo sé nómadas, me enamoro de cada país, ciudad o pueblo que piso, ¡así de fácil soy!, aunque  apuesto a que en cuanto acabéis de leer este post tardaréis 0,2 en buscar billetes con destino al país de los Reyes Magos de Oriente.
La capital Mascate, o Muscat (como me gusta llamarla, en inglés) nos recibe limpia como una patena, llena de preciosas mezquitas y casitas blancas. Parece que no están permitidas las construcciones de más de nueve pisos, por lo que las montañas que la rodean están siempre visibles. Es el cuarto país más seguro del mundo y sus gentes son amables y generosas.
La Gran Mezquita del Sultán Qaboos es impresionante, toda blanca ella. Parte del mármol utilizado para su construcción fue traído de España. La viste una alfombra bellísima de una sola pieza hecha a mano, pesa 21 toneladas y tardaron CUATRO AÑOS en confeccionarla.

Al visitarla con Margaret y con Basilio, que es de Granada, les dije, “la mezquita es como la Alhambra, pero nueva”, ¿no creéis?
Dentro de la mezquita y sus jardines, las mujeres debemos ir con el cabello y el cuerpo cubierto, por respeto, así que me afiancé una abaya y un pañuelo, y ¡mirad que foto más chula!, me encantan los diferentes mosaicos de las columnas.

El zoco, lleno de vida, esta junto al puerto, desde donde se puede contemplar el yate del Sultán, muy querido por esos lares. En 1970 derrocó a su padre y convirtió un país de cabreros en la “Joya de Arabia”, que es como conocemos a Omán, el secreto mejor guardado de Oriente Medio.

El día que visitamos el zoco, paseando por el puerto, pudimos ver que junto al yate estaba fondeado un dhow, una típica embarcación árabe con uno o dos mástiles, imagen donde el pasado se mezcla con el futuro.
Otra maravilla arquitectónica blanca e imponente es la Ópera House, impresionante, ¡aquí la tenéis!
Refleja el sol como un espejo

Si os gusta la vida al aire libre, o outdoors, ¡este país tiene mucho que ofrecer!. A tres horas de la capital está Ras al Hadd, donde os encontraréis una inmensa y hermosa playa bañada por el Golfo de Omán y el Mar Arábigo. Cuando la visitamos la teníamos TODA para nosotros, todita, y de color rosa, para adornarnos el día. Allí podéis pernoctar en el B&B de Salem Fish, un tipo muy majo que os organizará tours para ir a pescar, a ver los delfines, a practicar snorkel… y por la noche os cocinará pescado a la barbacoa.

Si os gusta dormir en la playa, podéis pedirle acampar en su cabaña frente al mar, si en esos días hay plancton, por la noche lo veréis brillar, es un efecto mágico.
Deberían llamarla “Lectora nómada”, estamos hechas la una para la otra.

El pueblo tiene pocas casas y es como estar en la película de Mad Max, tiene además un lago interior donde se puede practicar kite surf. A 10 km hay otra playa fabulosa, Ras al Jinz , solo ocupada por pescadores, sus barcas y alguna que otra cabaña, igual que en NUESTRA playa. El día que la visitamos había mucho plancton y no se podía pescar, ya que los peces no ven el anzuelo, así que estaban todos tomando un café arábigo en la arena, que compartieron con nosotros.

La guinda de los días que paséis en Ras al Hadd será el ritual de reproducción de las tortugas verdes, los preciosos gigantes marinos que desovan en esas playas, cuando las vi LLORÉ de la emoción. IMPRESIONANTES.
Margarita decidió irse de regreso al mar
Esta es una de las playas más importantes del mundo para este ritual, hay que observarlas con mucho respeto, para que no cambien de opinión y regresen al mar. En el momento en que están poniendo los más de cien huevos entran en trance, por lo que no es conveniente enfocarlas con la linterna o el flash si es de noche, ni molestarlas.

De regreso a Muscat podéis hacer una excursión a un wadi, os suena el nombre, ¿verdad?, Guadiana, Guadalquivir, sí, de ahí vienen. Es el valle por donde cursa el río y si han tenido buenas lluvias os lo podéis encontrar con bastante agua.

Another Paradise all for ourselves
Another Paradise all for ourselves
El wadi Al Arbeieen, al que fuimos con Curro, un labrador vestido de naranja y con complejo de tiburón; llevaba poca agua, por lo que andábamos, nadábamos (eso si Curro no nos ahogaba) y volvíamos a andar, ¡muy divertido! y el paisaje maravilloso. Os aconsejo calzar escarpines, llevar agua y picnic.
Si os gusta el paddle surf o el kayak, a una horita y media de la ciudad, en Bandar Khayran, existen unos fiordos espectaculares. Echad mano del todo terreno como hicimos Belinda y yo que, como unas champions, cargamos el kayak encima del súper jeep, empaquetamos la tabla  y nos fuimos a remar. Allí mismo hay un señor que los alquila, pero ¡ojo con la marea!, si no regresáis a tiempo igual os quedáis encallados antes de llegar a la orilla, y no veáis como se pone de barro.

Kayaking, y a lo lejos está Belinda en el paddle surf, ¡nadie más!
Entre las dunas de estas playas andaba yo leyendo un clásico que proviene de estas tierras, “Las mil y una noches“, cuentos antiguos que nos hablan de las historias de Sherezade, Alí Babá o Simbad, viajes a tierras lejanas y encuentros con criaturas fantásticas, historias de amor que perdura en el tiempo, muestras de lealtad y riquezas… historias de antiguos nómadas.
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