Mis lugares favoritos algo escondidos de Budapest.

Adoro Budapest toda ella, pero hay ciertos lugares quizá no tan populares, que me enamoraron, uno de ellos queda cerca de mi casa, se trata del Café New York, un café literario frecuentado por escritores de la talla de Sándor Márai. Desde 1894 ha recibido a escritores, nobles y comunes por igual. Durante la Segunda Guerra Mundial lo convirtieron en una tienda, pero tras acabar le devolvieron ese esplendor en el que deriva su ecléctico estilo renacentista italiano para que pudiéramos disfrutarlo en este siglo.

Comer o tomar algo no es precisamente barato, pero la oportunidad de disfrutar de su maravilloso ambiente mientras leo mi libro, bien valen los 6€ que pagué por uno de sus zumos diluidos tan ricos.

El café es parte del magnífico Anantara Hotel New York.

El hotel queda cerca de la plaza Blaha, un punto interesante de conexión del transporte urbano, y allí cerca, en la calle Rákóczi ut (ut significa calle) se encuentra una mezcla entre café y salón de té muy bonito que parece haberse quedado anclado en el tiempo desde 1890, el Hauer Cukrászda és Kávéház.

Otro café-librería más moderno o hipster es el Massolit Budapest Books and Cafe, donde encuentro, sobre todo, libros en inglés y tomo un chocolate dentro, o en su patio, si es durante su caluroso verano.

Tomando el camino contrario, por la calle Ferenciek hacia el Puente de las Cadenas, (que por cierto está en obras) nos sale al paso el Bruden House, un centro comercial parecido al Passage des Panoramas en París, precioso y con mucho glamour.

A diez minutos a pie de la Bruden Ház está una de las bibliotecas más maravillosas que jamás he visto. Emplazada en un antiguo palacio ornamentado del siglo XIX, la Biblioteca Metropolitana Ervin Szabó ofrece salas magníficas donde poder leer o estudiar, y aunque una parte de ella es moderna, no creo que puedas resistirte en quedarte en la sala dorada, o plateada, o en la antigua “sala de fumadores” recubierta de madera. Alguien me habló de ella, pero al verla no esperaba encontrarme con uno de los lugares que más me gustan de esta ciudad.

A otros quince minutos de paseo existe un café muy original, el Rengeteg RomKafé, emplazado en un semisótano y lleno de osos de peluche, con un tocadiscos de manivela en el que suenan canciones de otros tiempos más románticos, y cuando está apagado suena un jazz maravilloso que alegra nuestros oídos.

Su dueño Tibor habla inglés y es muy amable, sus expertas manos me preparan un chocolate con especias divino, claro que él no quiere que me quede solo con esa experiencia, y me trae pequeñas tacitas con otros sabores, como con fresa, y yo me siento como si estuviera en una casita de juguete que me regresa a mi niñez. Tiene además batidos deliciosos y opciones veganas, lo cual me hace más feliz.

Por cierto, si visitas el café en domingo, tras él en un pequeño corredor, hay un mercado donde los agricultores venden sus productos, incluido esta especie de jarabe que mezclado con agua o sprite tiene como resultado un refresco muy agradable.

Junto al Parlamento está el elegante Art Nouveau Hotel Four Seasons, uno de los mejores de Europa, según dicen. Está emplazado en el Palacio Gresham.

Cerca, puedes verla desde su terraza en el precioso barrio, está su emblemática catedral la Basílica de San Esteban, construida entre 1851 y 1905, acoge la reliquia de la mano derecha de San Esteban. Se puede visitar su cúpula. 

En una calle, tras la catedral está el Cat Café, así que si te gustan los mininos de todos los tamaños y colores, este es tu lugar para tomar un rico chocolate. 

A cinco minutos en línea recta encuentro un edificio que me encanta, la Antigua Caja Postal de Ahorros, ahora un edificio de oficinas al que no puedo entrar, pero cuya fachada me ofrece un espectáculo Art Nouveau precioso. 

Queda justo detrás de la Embajada Americana, inconfundible por su vallado, frente a ella está la Plaza de la Libertad, decorada por las estatuas de Bush y Reagan.

Cerca está la Casa Húngara del Art Nouveau (the Hungarian House of Art Nouveau), que ya imagináis voy a ver. 

Imagino que conocéis a Sisí, emperatriz de Austria y reina de Hungría, inmortalizada por la actriz Romy Scheneider en el cine. Ella fue y sigue siendo importante para este país al que adoraba; su amor era tal que aprendió su idioma y pasó grandes temporadas aquí. Existe una cafetería a la que ella era asidua, el Café Gerbeaud, emplazado desde 1858 en la importante plaza Vörösmarty tér, a ella voy en mi primer día, tras sus pasos, a probar “su tarta dobos” y sentirme emperatriz por un día en el precioso establecimiento. 

En la colina de Buda encuentro una librería de segunda mano en inglés, “Owl second hand English bookshop”, regentada por Ferenc, Francisco en húngaro, un amabilísimo señor con el que paso un buen rato conversando sobre los lugares y la historia de esta bella ciudad.

Por último me encantan las librerías móviles que pueblan la ciudad en cada esquina. 

Que me llevan al libro de hoy “La herencia de Eszter” (1939) del escritor húngaro Sándor Márai. Un relato corto en el que cuenta magistralmente la historia de Eszter, quien está viviendo una vida tranquila con su tía Nunú, cultivando su jardín que les proporciona sustento. Cuando un día recibe la visita de Lajos, su antiguo amor quien la despojó de casi todo y se casó con su hermana. Su hechizo hace que todos a su alrededor confíen en él. Lo reciben con alegría, a pesar de las deudas que contrajo con medio pueblo, y de nuevo, haciendo uso de ese peligroso carisma se acerca a Eszter para quitarle lo poco que le queda. 

Mi primer libro de este autor y de un escritor húngaro y no será el último. Por cierto, una curiosidad húngara, primero se dice el apellido y después el nombre, él se presentaría: Hola soy Márai Sándor. 

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