La Sunshine Coast y el Lone Pine Koala Sanctuary de Queensland.

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Brisbane se encuentra en la bahía de Moreton, protegida por la isla del mismo nombre, si desde allí os dirigís hacia el norte, os encontraréis las playas salvajes de la Sunshine Coast.

Allá nos fuimos con nuestros vizslas, a dar un paseo por la playa Peregian, virgen, salvaje y preciosa. Con grandes olas y medusas gigantes, aunque las que hay que evitar son las pequeñas con tentáculos azules.

Seguimos algo más al norte hasta Noosa Beach, una playa más protegida que se adentra en una pequeña bahía donde muchos australianos veranean. Sus aguas son más tranquilas por lo que es ideal para familias con niños.

Después de tomarnos un batido en Noosa Villlage fuimos hasta la playa Pelican Park a comernos unos muffins gigantes y riquísimos.

Después de recorrer la costa del sol nos adentramos en el interior. Pasamos por Palmwoods y junto a la carretera vimos un mercado, parecido a la honesty box de la que os hablé en mi post “Un día en la Australia profunda y verde”.

Nos paramos a comprar fruta muy rica y seguimos nuestro camino adentrándonos de nuevo en esta parte verde y frondosa del país.

Nos dirigimos a Montville, pero antes paramos para admirar la belleza que se abría desde nosotros hasta el mar.

Montville es un pueblecito hippie precioso, muy verde, con casas típicas queenslander y algunas de cuento de hadas.

Unas millas más al sur se encuentra otro pueblecito con mucho encanto y tan bonito como Montville, se llama Maleny; la verdad es que ambos son mágicos. En él encontré una tienda de libros de segunda mano, entré y para mi sorpresa, fui a dar con un ejemplar de May Gibbs, seguro que lo recordáis de la foto del post, fue como encontrar un tesoro.

Paseamos con nuestros chicos de cuatro patas, tomamos un café y disfrutamos de la energía del lugar antes de coger el coche para dirigirnos a casita pasando por las preciosas vistas de Bald Knob.

Al día siguiente decidí coger el tren hasta la estación de Indooroopilly, lo sé, yo todavía estoy aprendiendo a pronunciarla “indurupili”. Al salir de la estación caminé unos metros subiendo la cuesta hasta el centro comercial que queda pegado a la estación de autobuses (tenéis que girar a la derecha para verla), desde allí en la plataforma A, cogí el bus 430 directo al Lone Pine Koala Sanctuary. Sí, seguro que ya habéis adivinado a quien fui a ver. Al bombón autóctono que me hubiera traído a casa y no quería dejar de acunar.

Desde mi llegada al país me moría de ganas de verlos y tocarlos, no solo a ellos, sino también a Skippy, el canguro. ¿Conocéis la leyenda de su nombre? Cuando los colonizadores llegaron a estas tierras y preguntaron a los aborígenes el nombre de este animal ellos les contestaron “Kan Gha Ru” que significa “no entiendo tu pregunta”. Y aquí lo tenéis, no muy interesado en las chuches que le estaba dando, y totalmente espachurrable.

Ya era tan local como ellos, no podía irme sin conocerlos, ¿no creéis?

Aunque el santuario es la mayor reserva de koalas del mundo, también pude admirar al demonio de Tasmania, al dingo, que  tumbado al sol como estaba no parecía el mayor depredador carnívoro terrestre del país, algún ejemplar de serpiente de los montones que aquí habitan, al ornitorrinco, aves y algunas especies más del país.

En estos días que escribía este post ardió otro santuario, una bella catedral, Notre Dame, y me recordó a un libro de Julia Navarro que leí no hace mucho llamado “La Sangre de los Inocentes” el cual comienza contando la historia de los últimos cátaros y como fueron eliminados por la Inquisición, dejando tras ellos un tesoro, un pergamino escrito por un fraile. La narración da un salto en la historia hasta la Segunda Guerra Mundial, el Conde d’Amis recibe como legado este manuscrito que termina diciendo “algún día alguien vengará la sangre de los inocentes”. El fanatismo de esta familia llega a nuestros días de mano del hijo del conde, y se mezcla con el de unos terroristas. La trama está llena de pistas falsas, personajes muy importantes involucrados en temas turbios, lugares sagrados de dos religiones puestos en peligro, un libro que no podrás dejar de él. Como siempre la pluma de esta escritora hace que disfrutemos de un libro adictivo, maravillosamente narrado y claramente documentado.

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