En coche de Sídney a Brisbane.

Helene y yo partimos hacia Brisbane desde Sídney, pasaremos allí las navidades, ella con su familia y yo con mi familia adoptiva australiana. Nos llevará unas diez horas llegar por ello decidimos partir el viaje y hacer noche a medio camino.

Salimos tempranito, huele a quemado, el humo ha reaparecido, desde el Pacific Highway, una vez dejamos Sídney atrás, se muestran los bosques de Rainbow Flat poblados de árboles desnudos y oscurecidos.

Momento de hacer una parada, me sorprende y alegra a partes iguales cuando entro en Oliver’s Organic Café, tiene una gran oferta biológica y un rico chocolate, me gusta ver una opción más saludable donde, normalmente, encontramos comida rápida y “dudosa” ¿nos os parece?

Al llegar a Nambucca Heads hacemos un alto para pasear frente a su salvaje costa, donde muchos barcos naufragaron y muchas almas se perdieron en el mar. La playa de Shelly tiene un paseo poblado de grandes rocas pintadas en honor de quien pereció en el mar, también en recuerdo de los maravillosos días pasados en el lugar. Lo llaman the V Wall, el muro V.

Llegamos a Raleigh, el que será nuestro hogar por dos noches. Se encuentra junto al un rio Belinger, en una zona de pastos de vacas, un lugar de cuento de hadas.

Nuestro encantador cottage solía ser la lechería de la granja, un lugar donde relajarse en plena naturaleza, queremos quedarnos indefinidamente, así que vamos a disfrutar cada momento.

Después del desayuno en la terraza partimos a descubrir el área, cogemos el camino a Bonville, que nos lleva a Valery. Arboledas habitadas por pocos humanos, me hizo pensar que esta comunidad debe estar bastante unida para afrontar los incendios que asolan los bosques cada estío, aunque los de este verano estén tomando un cariz atroz.

Los caminos nos conducen a un arroyo llamado Never Never Creek (nunca nunca), se halla en el centro de una maravillosa zona llamada Promise Land, o lo que es lo mismo, la Tierra Prometida.

En Gleniffer damos con una iglesia en pleno campo, lugar de reunión de los vecinos además del centro artístico.

Llegamos al pueblecito de Bellinger, uno de esos lugares bastante hippie, con encanto y algo zen. Nos hacemos con provisiones para la cena en Kombu Wholefoods, un supermercado ecológico y sostenible que me encanta. Junto a él veo la primera huella de arte urbano del lugar, y algo más allá una cara que me sorprende ver en la Australia profunda, el rostro de Dalí.

Después de una cena divina y un merecido descanso, partimos hacia el norte. Pasamos sin detenernos por Coffs Habour, también conocida como la Gran Banana. Nuestro mente está puesta en Emerald Beach, allí, nos han contado que al amanecer y al atardecer se llena de canguros, algunos incluso chapotean en el mar. Se nos ha hecho algo tarde y no encontramos ninguna manada, solo algún sufer o bañista mañanero. Pero no desespero, un amable joven nos dice donde podremos verlos.

En la cercana playa de Moonee, donde solo vemos un par en la distancia.

O en la Look at Me Now headland, que en español sería el cabo “mírame ahora”, curioso nombre ¿verdad? En él encontramos varios canguros descansando.

Me adentro hacia la reserva para ir a dar con una formidable e inesperada playa salvaje. Kilómetros de arena y olas feroces se abren ante mí y me dejan totalmente fascinada. Este país tiene tanta naturaleza salvaje, alguna tan cerca de asentamientos humanos como esta.

Retomamos el camino, pasamos Byron Bay (donde vive Thor) sin parar, hasta llegar a Ulmarra, nuestra última parada antes del último tramo. Estiramos las piernas mientras un chico en un mini carrito nos prepara el café y el chocolate tomándose su tiempo. Justo detrás está el rio, me parece un buen sitio para relajar la vista tras tanta carretera.

Y ya por fin mi querida Brisbane, Helene me deja en Saabi Café, el mejor café del mundo, sé que me repito, pero además de bonito, sirven unas delicias de la manos de sus amables dueños y empleados, ¡hmmm! en él me siento en casa, adoro venir aquí a escribir o charlar con los parroquianos, pero todo ello os lo contaré en otro post cuando lleguen las navidades, ya que estas fueron mis primeras australianas.

Me encanta leer en el café, como me encantó leer a Carlos Ruiz Zafón, autor que creía que los libros tenían alma y brillantemente nos enseñó a apreciarla. Desgraciadamente nos dejó ayer, y hoy yo quisiera hacerle un pequeño homenaje hablando de su más famosa novela, “La sombra del viento” (2001) en la que su pluma nos adentra en una Barcelona de la postguerra civil, misteriosa, gótica y embrujada, cuando el joven Daniel Sempere descubre el “cementerio de los libros embrujados” y allí elige “la sombra del viento”, un libro lleno de misterio escrito por un escritor por el que se sentirá fascinado. Zafón entrelaza suspense y fantasía y hoy le damos las gracias por su legado.

 

Compartir en facebook
Compartir en twitter
Compartir en linkedin
Compartir en pinterest

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subsribe to my newsletter

Mis viajes alrededor del mundo siempre acompañados de un buen libro. My travels around the world always accompanied by a good book.