Hoy es mi primera visita a Colonia. Embarco el tren desde Bad Honnef, me encanta viajar en ferrocarril, me parece muy romántico, puedo leer mientras llego a mi destino. La estación central de Colonia “Hauptbahnhof” está junto a la Catedral, no es ideal, pero es conveniente.
Allí está ella, la icónica Catedral “Köln Dom”, alta y oscura, reconocible desde cualquier punto de la ciudad. Han colgado fotos antiguas en sus muros de cómo quedaron los alrededores después de la guerra. Quiero visitarla por dentro, así que me pongo en la cola para entrar, es gratuita, pero son días con reglas por el COVID todavía en vigor. Me tomo mi té caliente que Alba me ha preparado mientras espero.
El templo es precioso, empezaron su construcción en 1248 y acabaron en 1880, les gusta hacer las cosas bien. Se edificó para conservar las reliquias de los Tres Reyes Magos. Hay una entrada lateral que da acceso a los 533 escalones que me llevan hasta una de sus agujas para ver la ciudad desde las alturas.
Es Noviembre, así que seguro que ya imagináis que hay junto a la plaza, sí, los mercadillos de Navidad. La verdad es que en esta ocasión no exploro mucho, es domingo y los mercaditos me seducen, son encantadores.
A mi regreso en octubre camino a los lugares que tengo marcados en mi mapa y a los que se cruzan en mi sendero. Llueve y pienso que quizá debería buscar un café, pero no, un momento llueve y al siguiente sale el sol, típico de Colonia me dice la dependienta del Museo Farina del Perfume con quien charlo. Este museo lo inauguró en 1709 este señor italiano al crear una fragancia, a la que llamó Agua de Colonia en honor a la ciudad que le acogió y la hizo famosa en todo el mundo. Es el más antiguo del mundo todavía activo. Para visitarlo se debe reservar un tour, y ese día no había ninguno en inglés o español.
Cerca se encuentra, desde 1792, otra perfumería famosa y bonita. La fragancia 4711 fue creada desde una receta que le dio un monje cartujo al perfumista Muelhens. Recordé que de pequeña tenía una botellita con la que jugaba.
Voy hacia el río y paso por la céntrica plaza Alter Markt en ella instalan un gran mercado navideño con pista de hielo incluida, pero hoy puedo admirarla sin “distracciones”.
Me encantan las callecitas del Altstadt que llevan hacia La Lonja (Fischmarkt) y las cervecerías tan típicas. Frente al paseo están las coloridas casitas a las que yo llamo “las damas pintadas de Colonia” como las de San Francisco. Tras ellas se encuentra la iglesia de San Martín.
Paseo junto al Rin, desde esta perspectiva veo como se funde la nueva Colonia y la antigua cuando observo el Museo Ludwig y la Catedral uno junto al otro. Intento pronunciar el nombre de su emblemático puente (Hohenzollernbrücke) mientras grabo historias para las redes, lo cruzo despacito fijándome en todos los candados de amor que hay allí colgados, algunos no se andan con chiquitas y los eligen bien grandes. La vista desde el otro lado del río nos ofrece la silueta de la ciudad en todo su esplendor.
Hacia el lado opuesto del puente, junto al río se encuentra el Museo del Chocolate, y yo me alegro que alguien pensara, decidiera y creara un museo para tal manjar, no es el primero que visito y os aseguro que no será el último. Primero me acomodo en su amplia cafetería con vistas al río para tomar un chocolate caliente, pero no lo hacen con leche vegetal, así que degusto un trozo de tarta exquisita (cuya porción es minúscula) y un té de menta, el cual, por cierto, preparan con hojas de menta, no con bolsitas, creo que es una costumbre alemana, por lo que veo, y me gusta mucho.
Cerca del museo, cara al Rin se encuentran los tres edificios en forma de L invertida que simulan las antiguas grúas portuarias, el de en medio ganó un premio de arquitectura en 2009.
Me adentro hacia las calles, algunos de los edificios muestran una mezcla de lo antiguo, parte destruido, y lo nuevo. La reconstrucción tras la guerra tuvo que ser rápida, el hambre y el frío no son buenos compañeros.
Paso por el edificio que emula una ballena, es el centro comercial Welt Stadthaus, ubicado en una zona de compras.
La Plaza Rudolph, una de las principales de la ciudad, tiene en su centro una puerta medieval que recuerda sus antiguas murallas. En mi paseo me encuentro con calles y edificios muy bonitos y coloridos.
LLego a la Plaza Bruselas que es el centro del barrio belga, una zona sembrada de arte urbano, edificios neoclásicos, tiendas y restaurantes ideal para perderse a cualquier hora del día.
Es momento de regresar a la estación, tomar el tren y seguir leyendo “La analfabeta”, una relato corto en el que Agota Kristof narra su vida, como huyó de Hungría en 1956 para acabar exiliada en Suiza, y que pese a su amor por los libros y haber sido una lectora voraz desde muy pequeña se sintió como una analfabeta al no poder leer en francés. El exilio, no poder escribir por desconocimiento de la lengua, el vacío que deja el desarraigo, y la lectura y la escritura como una terapia sanadora la convierten en una obra maravillosa que puede leerse en un trayecto de tren que nos lleva a casa.
4 comentarios
Fantástico 🤩. Una lectura amena, inspiradora y muy agradable y apetecible 😉
Gracias mi bella 🙂
¡Hola!, Qué bonita catedral y las fotos que parecen postales. Me encanta como nos explicas tu visita, porque me haces pasear por sus calles. Se ve muy interesante Colonia para ir a visitarla. Qué razón que la escritura es una terapia sanadora, es muy cierto.
Felices Fiestas y Feliz y próspero 2023, que se presenta complicado pero…hay que intentar y Ser, Fuertes. Besitos cariño nuestro❤️💕😘😘😘😘😘😘😘
Juan&Chals
Instagram: chalsspain
Gracias por leerme siempre.
Os mando mil besos 💋