Es invierno en Santiago de Chile, salgo a dar un paseo para despejarme del vuelo. Me voy al río, camino por el bonito vecindario que me lleva al teleférico del Cerro de San Cristóbal y decido tomarlo hasta Cumbre. Me sigue impresionando el marco que rodea esta ciudad, las impresionantes cumbres nevadas me dejan sin palabras.
Desde Cumbre tomo el funicular hasta la falda del cerro, allí se encuentra el colorido y bohemio barrio de Bellavista, adornado de murales.
Allí se encuentra la casa museo La Chascona, una de las residencias del poeta chileno Pablo Neruda. Es domingo y está abierta, así que la visito. No se permiten fotografías, está divida en tres partes, es muy ecléctica, adoraba el mar y muchas de las decoraciones emulan olas y barcos. Me encantó, me pareció muy divertida.
Regreso por el mismo camino, estoy hambrienta, es día de votación y todo está cerrado, incluso el centro comercial que se encuentra en el edificio más moderno y alto de la ciudad, el Costanera. Pero junto a él está el Sushi Ban Los Leones que siempre está abierto y me salvan el día, allí me proveo de sushi vegano y me voy a descansar.
Por la mañana madrugo para iniciar una excursión que me llevará hasta el Pacífico. El metro abre a las 6am y lo tomo hasta la Estación Central de autobuses no he comprado el billete todavía para tomar el Flixbus, sí, los autobuses verde fofi que se ven ya en muchas ciudades europeas. Como la oficina no abre hasta las 7am lo compro online, ojo, fijaos bien, porque yo compré el de las 7:05, que es el que viene de la otra estación Pajaritos y sale a esa hora, para cuando llegó ya era tarde, la amable muchacha de la oficina me lo cambió por un pequeño precio. El billete de ida cuesta unos 5 o 6 euros.
En una hora y poco de camino llego a la estación de autobuses de Viña del Mar, mi destino. Viña es famosa por su festival de música, mi madre siempre me habla de él porque allí toca su cantante favorito, quizá esta sea la razón por la que he venido hoy aquí.
Comienzo mi paseo por esta tierra a la vera del océano Pacífico y lugar vacacional. Es invierno, la ciudad está tranquila, comienzo por el parque Quinta Vergara, lugar donde se encuentra el anfiteatro y escenario del famoso Festival de la Canción.
El Palacio Vergara es ahora un museo, (cerrado los lunes), y goza de unos jardines muy bonitos que me place recorrer, y adivinad, hago amigos perrunos. José Francisco Vergara fundó Viña del Mar y construyó este palacio en 1910.
Salí de la Quinta y pasé por la plaza que queda junto a la Capilla Viña del Mar, donde montan un mercadillo artesanal.
Caminando hago parada técnica para afianzarme unas empanadas, paso por edificios coloniales de lo más bonitos, uno es un colegio, otro la sede de la Cruz Roja.
Llego a uno de los lugares más visitados, el Reloj de las Flores, creado por un suizo y adquirido en 1962 para embellecer la ciudad con motivo de la Copa Mundial de Fútbol.
Cerca de allí está la playa Abarca, y el paseo junto al mar, la avenida Marina. Por el que paseo y me mojo, las olas son un poco salvajes.
El Palacio Presidencial goza de unas buenas vistas. Y el Castillo Wuff, otro de los lugares icónicos de Viña, se adentra hacia el mar. La mansión fue construida por un empresario alemán en el siglo XX.
Sigo caminando y parece que va a salir el sol, veo un restaurante con forma de barco y nombre catalán, Cap Ducal, cruzo un puente que está sobre una entrada de mar, como un río, para llegar al Casino.
Aunque es invierno el día está increíble, me encanta pasear junto al mar, así que decido que no voy a ir a Valpo, (como llaman a Valparaíso), ese era mi plan inicial, el hecho de que el día sea más corto también me ayuda a decidir, así que llego al muelle Vergara, me descalzo y camino por esa arena negra, allí conozco a Yubi, con quien me paso tres horas charlando de la vida, dos perros callejeros grandes se acuestan a nuestro lado y no se van, creemos que les gusta nuestra energía.
Al final del día vuelvo a la estación, tomo otro Flixbus hacia Santiago y de camino leo “Lecciones de química” de Bonnie Garmus, una novela muy popular en Instagram, muy graciosa y con trasfondo feminista. La protagonista Elizabeth Zott es madre soltera y química en los años 50, tras dejar su trabajo donde no es tomada en serio, acepta una oferta en un canal de cocina, el cual se convierte en el más popular del país, no solo les enseña a cocinar a sus oyentes, sino que les muestra la química de los elementos y las anima a desafiar el orden establecido.
2 comentarios
Me encantó tu paseo. Gracias por compartir.
a ti gracias siempre por leerme.