Sigo en Roma aprendiendo italiano y disfrutando cada momento. Las primeras dos semanas son muy intensas, el maravilloso grupo que hemos formado no durará siempre, cada uno regresa a su vida en diferentes fechas, así que, creo que hablo por todos, cuando digo que vamos a hacer que cada minuto cuente.
Además de las actividades de la Scuola, que os seguiré contando, buscamos las nuestras propias. Una tarde Rolf y yo nos vamos a ver el atardecer desde el Castel Sant’Angelo. La entrada cuesta 16€, visitamos las estancias del museo hasta llegar a su terraza más alta desde donde se abre la ciudad y la cúpula más grande de la Cristiandad ante nosotros. La belleza del cielo anaranjado y el sol ocultándose tras San Pedro nos deja fascinados.
Otra tarde después de clase vamos todos a ver una exposición de fotografía en el Palazzo Falconieri, sede de la embajada húngara, nos encontramos una de mis calles favoritas (que son muchas), un puente, unas trepadoras, los adoquines … ¿cómo no voy a estar enamorada de esta ciudad?
Tenemos hambre y estamos muy cerca del Ponte Sisto, el cual nos lleva a Trastevere, allí paseamos su joviales calles, visitamos la bella iglesia Santa Maria in Trastevere y cenamos en la pizzería más barata de la ciudad, Carlo Menta, la margherita cuesta 4€, barata, ¿verdad?
Un domingo voy con Jean Pierre al Museo Nazionale Etrusco di Villa Giulia, donde aprendí algo muy interesante, los etruscos eran una sociedad igualitaria, muy avanzada, me fijo que en sus monumentos fúnebres las esculturas sonríen. Los etruscos fueron el pueblo que vivió aquí antes de la llegada de los romanos. Los escritores griegos no eran muy fan de esta sociedad y los tacharon de inmorales. A mi en cambio, me caen genial, me apetece aprender más de ellos.
Después de tan interesante visita, cruzamos parte del parque Villa Borghese, pasamos por el Largo Federico Fellini, donde contemplamos el trozo de muralla que podréis ver en uno de los últimos episodios de Emily en París (ahora en Roma).
Caminamos por una de las calles más sofisticadas de la ciudad, Via Veneto hasta la Piazza Barberini, donde se encuentra la Fontana del Tritone, del artista Bernini y junto a ella está nuestro destino, el Palazzo Barberini, una antigua residencia papal impresionante, con salas llenas de obras de arte de las que cabe destacar La Fornarina, de Rafael.
Podemos disfrutar de su bello jardín degustando una rica ensalada en el restaurante del museo.
Es la última noche de Rolf, así que nos despedimos cenando en Trastevere en La Tavernetta 29 da Tony e Andrea y nos marcamos unos bailes encima del Ponte Sisto, totalmente invadido, ahí recordé unas palabras de mi amiga Zuli, Roma es de los romanos, y así es.
Un fin de semana abre el Palazzo Sciarra, que suele estar cerrado al público. Me entero que además de obras de arte repartidas por sus salas, muestran la biblioteca del Cardenal Prospero Colonna, así que nos infiltramos Anna y yo con el resto de italianos para ser parte del tour, en italiano, de este bello lugar.
Al salir pasamos por la Bocca della Verita, Santa María en Cosmedin, su cripta, la plaza con varios templos situada en frente, el Circo Massimo, el Giardino degli Aranci, la cerradura de la Piazza degli Cavalieri di Malta, todos esos must para cuando uno viene a Roma de los que ya os he hablado en posts anteriores.
Un domingo Anna y yo decidimos madrugar, a la 7 am nos reunimos frente al Panteón, tan bello sin nadie alrededor, con esa luz azul de la aurora, maravilloso. En una hora recorremos la Fontana di Trevi, Piazza Spagna, y la del Popolo, casi solas.
De ahí vamos a la Iglesia de Sant’Eustachio, donde nadie se casa, ¿la razón? El santo se acompaña de un ciervo con gran cornamenta, también la encuentras en la entrada, y como la tradición italiana es como la española, dicen “no quiero cuernos ya en el día de mi boda” y la evitan. Lo que no debes evitar si te gusta el café es la cafetería Sant’Eustachio, sugieren que es el mejor del mundo.
¿Qué sucede el domingo? El bullicioso mercado de Porta Portese, así que allá vamos, pasando primero por la Chiesa Sant’Ivo alla Sapienza. El mercado está a rebosar, nos dijeron que fuéramos temprano, pero claro… el paseo al alba nos llamaba más.
Después de otra cena de despedida con Lucía, Felipe, Dan y Anna, vamos al bar Gerbillo Furioso, allí toca el primo de Dan y su grupo Jet Lag, son estupendos, y pasamos una velada muy divertida.
Otra tarde tras salir de clase paso por el tranquilo Claustro de la Iglesia de Santa Maria Sopra Minerva, cerca del Panteón, está en una de las zonas bulliciosas y entrar es como cruzar el umbral a la tranquilidad. Recordareis la iglesia con su bello techo azul, y la Santa Catalina de Siena junto a su altar a quien podemos escribir notitas con peticiones o agradecimientos, que fue lo que hice yo, agradecer lo afortunada que soy.
Agradecida estoy de haber leído El Conde de Montecristo de Alexandre Dumas, más de mil páginas de aventuras, venganzas, amistad y amor. El conde pasa una temporada en Roma, durante el carnaval, que en su día fue más famoso que el de Venecia, en la Vía del Corso se celebraban carreras de caballos, cuando visitamos el Palazzo Sciarra admiramos un cuadro con una representación de esas carreras, y me alegré de haber leído ese extracto antes de visitarlo. Un clásico que no podrás dejar de leer, lo adoré.