Explorando Coyoacán de la mano de Frida

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La idea de regresar a Ciudad de México me producía esa emoción que provoca la perspectiva de un viaje, y tenía unas ganas de volver a verla y recorrerla que no cabía en mí.
Desperté en ella un domingo con un plan especial en mente y mi sonrisa de felicidad puesta, cogí mi mat de yoga y me fui a uno de sus numerosos estudios. A mi regreso había quedado en Polanco con algunos compis de viaje para desayunar. Fuimos al Cafe Toscano. Por supuesto no me resistí a mi chocolate caliente acompañado de quesadillas de aguacate, ¡estamos en México al fin de al cabo! me dije, la tierra de ambas delicias.
Satisfechos cogimos un Uber hasta Coyoacán, el barrio donde se encuentra La Casa Azul, ¿qué tiene de especial esta casa? Pues es donde creció y vivió Frida Kalho, la artista latinoamericana más famosa en el mundo. Mientras hacíamos cola, yo estaba súper emocionada explicándoles a mis compañeros cositas de su vida, y de cómo este lugar, para algunos, es un símbolo, y visitarla, una peregrinación, ¿verdad Marco?

Os recomiendo ver la película Frida antes de ir y así conoceréis la vida de la artista.
En la casa podréis ver la cama donde vivió postrada y desde donde pintó muchos de sus cuadros. En ellos expresaba su turbulento interior, el sentimiento de estar físicamente rota. Fue una mujer valiente, feminista, bisexual, bohemia, única, rebelde, contradictoria, con razón Diego la eligió, ella fue su amor, su amante y su musa. Otra de mis heroínas.
Reflejada en el espejo del techo iba plasmando su alma en los lienzos.
Los colores de la casa son fabulosos, y su jardín es muy tentador, la verdad es que tiene una magia especial, contadme si la sentís al visitarla.
Como no nos dejaban quedarnos indefinidamente decidimos dar un paseo por el pintoresco barrio. Pasamos cerca del Mercado de Coyoacán, lleno de vida y de mucha fruta, olía tan bien que nos compramos un mango para comérnoslo en el parquecito que había en frente, ¡qué delicia!
¿Quién quiere mango? Nos lo cortaron, aún y así nos pusimos perdidos.

Llegamos al Jardín Centenario que está junto a la Parroquia de San Juan Bautista, en una plaza rodeada de casas de colores, tiendecitas, bares y restaurantes con mucho encanto. Al ser domingo había muchos lugareños, tan maravillosos, amables y sonrientes, como siempre que piso este país. Os recomiendo pasear y sentaros a tomar algo en el parque como hicimos nosotros.

Yo me fui a deambular un poco, pregunté que era el edificio amarillo que allí había, un amable caballero me dijo que era la Casa Consistorial de Coyoacán. Frente a ella había un señor tocando el organillo, me pareció tan entrañable esa imagen que ya solo se ve en películas antiguas… su música daba vidilla al lugar.
Al son del organillo frente la Casa Consistorial.

Desde allí decidimos ir a ver la Universidad, también conocida como UNAM. Parece que hay un complejo escultórico alrededor de un cráter que vale la pena ver, además de un museo de arte contemporáneo.

Campus universitario.
Cogimos un taxi y en nada nos plantamos allí. Frente a la UNAM vimos un estadio de fútbol muy chulo, la verdad, teniendo en cuenta el cero interés que suscita en mí este deporte, me gustó su exterior.
Paseamos por el campus y nos dijeron que toda la parte del complejo que queríamos ver estaba cerrada en domingo, eso, la lluvia y el hambre nos llevó de vuelta a Coyoacán. Como me gusta este barrio, es tan cuqui, y tiene tan buena vibra. Marianela, una compi mexicana nos habló del restaurante Ave María situado en la plaza. A Sonia le gustó mucho así que, para allá que nos fuimos.
Antes de la sorpresa culinaria
La anécdota que nos pasó allí nos tuvo riendo a carcajadas el resto del día, Laurent y Garry se pidieron unos tacos de pollo y “chapulines”, seguro que os preguntáis que son, bien pues nosotros no. Felices de la vida empezamos a comer, y cuando Garry notó un crujido extraño dentro de su boca, abrió el taco curioso por saber de dónde venía. Sí queridos nómadas, seguro que alguno ya habrá adivinado que lo que había dentro era un manjar exótico de esos lares, los chapulines son GRILLOS, sí sí, habéis leído bien.
No podíamos parar de reír al ver las caras de los chicos, les animamos a probarlos pero no fueron tan valientes. La traducción del menú al inglés usaba el mismo nombre, así que si alguna vez tenéis dudas y no os queréis arriesgar queridos nómadas, preguntad antes. A nosotros no se nos olvidará lo que son los chapulines, os lo aseguro.
En uno de mis cumpleaños me regalaron La mujer de los mil secretos de Bárbara Wood, un libro que disfruté de leer al tener, de nuevo, como protagonista a una fémina, me encantan. Ella, Tonina, sale en busca de su identidad y sus orígenes, ese viaje la lleva a la península del Yucatán, pasando por las selvas guatemaltecas, hasta llegar al corazón de México. En su cruzada encontrará el amor, pero lo más importante será su evolución personal y un gran secreto que encontrará al final de la misma.
´¿Queréis conocer la otra casa donde vivieron Frida y Diego? Eso y muchas más maravillas en próximos post, porque la riqueza de México ¡da para muchos!

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