Aprendiendo italiano en Roma.

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Febrero de 2024, he puesto un plan en marcha, en septiembre me voy tres meses a Roma a aprender todo lo que pueda el italiano. Reservo el apartamento de Baldo degli Ubaldi que ya conozco, y ahora solo me queda empezar a prepararme para la llegada de una nueva lengua a mi vida, o sería mejor decir, una nueva vida. Dicen que con cada lengua que hablamos vivimos otra vida, y yo estoy decidida a llegar a Roma siendo medio romana.

Cada día, al pasear a Bella, escucho un podcast que he descubierto llamado “Italiano con Amore”, Eleonora tiene un italiano muy claro y en cada episodio nos cuenta muchas cosas cosas sobre la cultura y literatura italianas, nos presenta ciudades y pueblos, comida, … en resumen, nos lleva a conocer su país. 

Llega agosto y debo decidir mi plan, creo que charlar con los vecinos no será suficiente, así que escribo a la Scuola Leonardo da Vinci Roma, donde obtengo toda la información que necesito para ser su alumna. 

Llego a Roma el 1 de septiembre, el 2 a primera hora me planto en la Piazza dell’Orologio, entro en secretaría y me inscribo para comenzar a asistir a clases de italiano. 

Yo pago por nueve semanas, es la opción que mejor me va y reboso de felicidad, mi plan se ha hecho realidad y está en marcha, empiezo el lunes 16 de 12:00 a 15:15. 

En mi clase me acompañan estudiantes de edades y ciudades diversas, nuestra profesora es Katherine y nos encanta, esto empieza muy bien. Debo añadir que tanto Marta, Francesca, Valentina, Monica, Livia, Ana Maria, Lulu, Pier Alberto son un equipo maravilloso y por eso me siento parte de esta gran familia. 

Durante el descanso unos estudiantes me invitan a ir a tomar un café, y de repente me hallo en un pequeño bar/café llamado Amore, lleno de estudiantes y vecinos, nada turístico, más bien de los de “toda la vida” y me encanta. Allí conocen nuestro nombre, y nosotros el suyo, saben que tomamos y yo me siento sumergida en esta experiencia.

En la misma piazza de la scuola se halla una de las bibliotecas romanas, de techos altos y un patio con árboles y una fuente que marca el ritmo de mi estudio. Voy cada día antes de las clases, hago deberes o simplemente leo un rato. 

Una tarde al terminar las lecciones, nuestro grupo se va a comer frente al Panteón, pasamos horas charlando y riendo, siempre en italiano, nos ayudamos entre nosotros, nos reímos al inventar palabras, esto marcha.

Mis días transcurren entre el gym matutino, desayuno y el bus 47 hasta el Corso Vittorio Emanuele II, un ratito de biblioteca, clase y algún plan con los compis. Me siento totalmente mindful, mi mente y yo estamos en Roma al 100%, concentrada en aprender mucho. 

La scuola ofrece el Aula Aperta, cada semana hay paseos o visitas organizadas, me apunto a todas. La primera es una paseo de la mano de Katherine para ver algunas de las fuentes de Roma, aprendemos sus historias a la par que paseamos por sus adoquinadas calles y plazas. Roma encandila.

Otra tarde el paseo nos lleva de la mano de Livia a Trastevere y a la colina Gianicolo, o la también llamada octava colina romana, desde donde se disfrutan unas grandes vistas, como ya os conté en otro post. Allí se encuentra el cañón que cada día a las 12 hacen sonar. Esa costumbre empezó en el año 1849 cuando el Papa Pio IX ordenó disparar una vez el cañón y así sincronizar los campanarios que daban las doce a diferentes tiempos. En principio se encontraba en el Castillo de Sant’Angelo. 

Pasamos por la iglesia del Montorio que tiene un pequeño templete de Bramante junto al Instituto Cervantes (Real Academia de España en Roma), está iluminado con los colores de la bandera española ya que en dos días será el Día de la Hispanidad. 

 

La que también está iluminada es una de las fuentes más significativas de Roma la Fontana dell’Acqua Paola o Il Fontanone para los romanos, creada con mármol y piedras del Foro Romano. También conocida como la “otra fontana di Trevi”. La última vez que la vi estaba en obras, así que me alegra verla tan bella. 

En estos días estoy leyendo Un otoño romano de Javier Reverte, que tal y como dice el título el escritor relata sus tres meses de visitas romanas, la historia de tantos lugares, y tardes tranquilas desde su habitación con vistas a la iglesia del Montorio. Se convirtió en una especie de guía en esos días en los que ir a clase, practicar italiano y hacer deberes ocupaban mis días. 

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