Así convierten lo viejo en trendy en Nueva York

En Nueva York son expertos en reconvertir espacios que han cesado su actividad normal o que se han quedado “viejitos” en zonas  de lo más trendy.

Paseando por la orilla del rio Hudson, a la altura de la 42, os encontraréis amarrado un enorme portaaviones, retirado de su servicio y que desde 1982 es el Intrepid Sea, Air and Space Museum cuyas cubiertas están llenas de aeronaves de todos los tiempos, formas y colores. Si os gustan estos juguetes os animo a visitarlo y si algún nómada de luna de miel se cansa de ver tiendas y quiere una pequeña “escapada”, es una buena opción.

250 mts de eslora, 2600 tripulantes, 90-100 areonaves, ¡el pequeñín! Photo by: Josemi.
250 mts de eslora, 2600 tripulantes, 90-100 areonaves, ¡el pequeñín!
En su interior podréis, entre sus muchas estancias, ver el camarote del capitán y donde dormía la tripulación, ¡hasta los oiréis roncar! Se construyó para la Segunda Guerra Mundial y también participó en la del Vietnam. En una ocasión había dos abueletes en el puente de mando, ellos fueron en su día tripulantes del Intrepid y contestaban a todas nuestras preguntas amablemente. Diría que van a menudo a contar sus batallitas.
Uno de los aviones supersónicos Concorde reposa en el Intrepid, mi compi de hazañas Emilio y yo fuimos a verlo, sí, el mismo bicipro que me enseñó a cambiar las marchas de la bici en las colinas de San Francisco. Pues en esta ocasión en NY. Recuerdo que ese día pensé, si he ido en bici por las calles de Manhattan ¡puedo hacer cualquier cosa en esta vida!
Verlo estaba en la lista de la mamma…. ¡misión cumplida!
Es maravilloso poder compartir el mundo con excelentes compañeros de viaje. Yo he viajado mucho sola pero nunca he estado sin compañía, por el camino siempre os encontraréis a nómadas con vuestros mismos intereses y algunos que os animarán a hacer o ver cosas que ni se os habrían ocurrido in a million years. Y vosotros animaréis a tantos otros, siempre dejamos alguna huella en las personas que se cruzan en nuestras andaduras, y qué mejor que sea una buena huella, ¿verdad?
En la misma orilla del río, no muy lejos del barco hay una antigua línea elevada de tren reconvertida en parque. El High Line, cuya historia cuenta que se creó para evitar que en el cruce de dos calles se chocarán los coches de caballos con el tren, como venían haciendo. Hoy en día alberga mucha variedad de plantas, las viejas vías y zonas donde descansar ante sus vistas del rio o leer.
Algunos artistas lo han adornado con grafitis varios, y tiene algunos miradores desde donde se pueden sacar fotos chulis de las calles neoyorquinas.
Mi favorito, “El beso” del gran brasileño Kobra, se ve desde la High Line, no está directamente en ella.
El beso ya no está en esa pared, el que sí podemos ver es el Mount Rushmore, también de Kobra.
La vía no es muy larga, así que la podéis recorrer dando un paseo admirando una gran variedad de edificios con looks  muy futuristas. Al final de este parque elevado, en la 9º Av. hay un lugar ideal para ir a desayunar o a comer llamado Chelsea Market, se trata de una antigua fábrica de galletas donde nacieron las famosas Oreo. El lugar tiene mucho encanto, el día que lo descubrí se quedo en mi lista de “lugares donde quiero pasar largos y agradables ratos”. Esa ocasión me la pasé leyendo y arrasando la tienda de chocolates mientras esperaba a mi amiga Virginia.
La primera Oreo vio la luz aquí, me pregunto qué ingredientes usaban.
Recientemente han aparecido muchos lugares nuevos en este barrio llamado Hudson Yards, como el Edge, un rascacielos con mirador y pista de patinaje, o el Vessel, escultura de la que ya os hablé.
Junto al embarcadero 57 desde el cual podemos tomar la fantástica foto del nuevo parque Little Island, creado sobre unos grandes pilares desde el cual se puede observar el skyline de la ciudad. 
Desde allí, acompañada de mi partner in crime caminamos hacia el final de la Quinta Avenida con la 23 a saludar al emblemático Flatiron, mi segundo edificio favorito, a pasear bajo el reloj de Madison Square Park y al Eataly, un mercado italiano con muy buena gastronomía y un café delicioso, según dicen ya que yo, soy de hot chocolate.
Esperando el café junto a la “tele” en Eataly.
Flatiron, alias la plancha, ¿veis por qué?
En este último año he conocido (algunas personalmente) a varias mujeres que han llevado a cabo su sueño de crear un libro, tienen todas ellas mi más ferviente admiración por su valentía y por regalarnos sus relatos. Es por ello que incluyo el libro de una de estas fabulosas mujeres en este post sobre esta jungla de cemento hecha de sueños.
Marta, la protagonista de “Vivir en las nubes anuncia tormenta” de Carolina Levi, es una brillante traductora, aunque algo torpe, que vive con su odiado gato Belcebú y cree estar enamorada de uno de los escritores que ella traduce. Marta entra en una crisis al cumplir los casi treinta, que soluciona a menudo con salidas épicas acompañada de sus dos amigas leales y algo locas. La relación con sus padres, que no tiene desperdicio, y la que tiene con sus compañeros de trabajo son parte este relato lleno de personajes peculiares y graciosos. En su historia Marta pisa Nueva York, aunque no os voy a contar más detalles ya que os recomiendo esta lectura fresca y divertida, ¡ya me contaréis cuantas os sentís identificadas con ella!.

La gran moraleja de este libro es la facilidad con la que podemos idealizar a personas o situaciones y dejar de tener los pies en la tierra (viviendo en las nubes) con el consecuente trompazo afterwards.

Queridos nómadas espero disfrutéis del libro y la city que nos da tanto (al menos a mi) porque tened por seguro que volveré con más aventuras neoyorquinas.

 

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Mis viajes alrededor del mundo siempre acompañados de un buen libro. My travels around the world always accompanied by a good book.