Konnichiwa Tokio

Tokio es como estar en una casita de muñecas, todo es chiquitín y compacto. Existe un respeto y un civismo entre sus habitantes que hacen que una ciudad tan poblada funcione con fluidez.
Respetan las colas y la dirección hacia donde se dirige cada uno, fijaos que incluso tienen unos cruces que yo nunca he visto en otra ciudad, el más famoso de ellos es el Shibuya Crossing, es muy divertido cruzarlo o subir al Starbucks de la esquina y ver como en cuanto se pone  la luz verde un enjambre humano lo ocupa.
Allí también podréis ver la estatua del famoso perrito Hachikṓ que nos enterneció esperando a su amo y sobre el que se basó la película de Richard Gere.

Cerca de Shibuya está Cat Street, llena de tiendecitas y cafés muy trendy, y como no, en versión diminuta, lo cual le da más encanto. En Tokio puedes encontrar moda muy vanguardista, todo vale, les encanta ir disfrazados como sus personajes favoritos de los cómics de manga, y a los visitantes también, para que engañarnos.

La calle de Hello Kitty y Bola de dragón por excelencia es Takeshita Street, lo sé, suena un poco escatológica traducida al inglés. Se encuentra en Harajuku y en ella podréis comprar cualquier cosa, pero lo más divertido es ver a los personajes vestidos de Lolitas, Ganguros y otras modas callejeras que circulan por allí, ya me contaréis cuanto tardáis en vestiros igual que vuestro manga favorito y salir a “jugar” a las calles.
¿Y qué me decís de los cafés de gatos y búhos?,yes, habéis leído bien, hay lugares a los que puedes ir y jugar con ellos, relajarte mientras tomas un café; sus habitantes los frecuentan cuando viven en apartamentos muy pequeños en los que está prohibido la tenencia de mascotas. Lo dicho, esta ciudad es como una casita de muñecas de verdad, disfraces, casitas para jugar a los gatitos… ¡me encanta!
El metro es una opción muy fácil para moverse, en los vagones hay pantallas informando de cada parada con escritura fonética; una buena idea es sacarse una tarjeta recargable en la estación, cuando no la necesitéis más la podréis devolver y os reembolsarán lo que queda y el depósito de 500 yen.
En esta ocasión nos llevó al Museo del Samurái en Shinyuku, es pequeñín, pero muy interesante, os recomiendo hacer el tour que dura una hora. Si sois frikis de Starwars, como yo, os gustará saber que Georges Lucas se inspiró en un Samurái de la colección del museo para su personaje de Darth Vader, y en sus espadas para los sables de luz de los jedi.
El embrión de Darth Vader.
Las armaduras tienen unos cascos muy curiosos, como eran bajitos, se ponían cuernos para parecer más altos e imponentes, y cada uno llevaba el blasón de su familia. Os podéis probar uno y jugar al Último Samurái con espada incluida, tranquilos no está afilada, de estarlo fijo que más de uno la liaba.
Disfrazamos a Andrea de Samurai.
Aunque la ciudad quedó destruida después de la guerra y no tiene un “casco antiguo” propiamente dicho,  sí conserva sus tradiciones. En el barrio de Asakusa podréis encontrar el templo más antiguo de la ciudad, el Sen soji, junto a una pagoda de cinco pisos. Colgadas en la parte exterior están las “sandalias owaraji”, un regalo que hicieron al templo los pescadores, cada una pesa 250kg. y fueron hechas por unos 800 artesanos.

Si queréis saber que os depara la fortuna sacando un palito de las cajas ruidosas, os dará un número de un cajoncito donde habrá un papel que os dirá cuanta suerte tenéis. Yo me sentí increíblemente afortunada solo por el hecho de estar allí disfrutando de todo lo que Tokyo nos ofreció.
Junto al templo hay un mercadillo lleno de vida y allí podréis comprar todo tipo de artilugios para conservar la buena suerte. Muchas muchachas salen a pasear vestidas con el tradicional kimono, ¡tan lindas! El vestido se puede alquilar ,si os hace ilusión llevarlo puesto algún día y, para completar el kit podéis subir a un jin rikisha o carrito tirado por un joven.
Teniendo todos esos ingredientes os sentiréis transportados a los tiempos de “Memorias de una Geisha” de Arthur Golden donde relata la autobiografía de una pequeña que llegó a convertirse en una de las geishas más hermosas del país. Nos muestra lo duro que es el mundo que existe bajo esa capa de maquillaje, su preparación y la competitividad que hay entre sus aspirantes, donde el amor trata de adentrarse sin saber si es real o un espejismo. Funde tradiciones occidentales llegadas durante la guerra y antiguas costumbres ancestrales.
 Y con las memorias de la bella Sayuri y algunas de las mías sobre esta ciudad tan increíble os dejo esperando que disfrutéis de ambas, ¡sayonara nómadas!
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