Dublín para amantes de los libros.

He llegado a Dublín en pleno apogeo otoñal. Sus colores me rodean y me llenan de alegría mientras camino hacia el centro para disfrutarlos. Observo esos edificios tan dublineses, con sus puertas de colores, sus escaparates y sus icónicos pubs que han dado la vuelta al mundo y han llegado para quedarse.

Un riachuelo que cruza parte de la ciudad, bordeado de árboles, me atrapa por sus tonos dorados y su magia.

Admiro un edificio precioso que está a la venta, el Royal City of Dublin Hospital. Fundado en 1832 por un médico un tanto “rebelde”, que se empeñó en crear un centro que aceptara también a pacientes sin recursos, su fachada parece más la de un elegante hotel que la de un hospital: quería que quienes entraran no sintieran que iban a un lugar de sufrimiento. Cerró en 1986 y, aún así, los dublineses lucharon por evitar su demolición; hoy se conserva como edificio protegido, símbolo del espíritu solidario de la ciudad.

El clima de este país regala la posibilidad de disfrutar de parques verdes en pleno centro, pequeños oasis de belleza, especialmente en otoño. Cruzo Merrion Park, y en una de sus esquinas me encuentro con una estatua homenaje al que quizá sea el escritor más popular del país. Allí, posando con una actitud muy suya sobre una roca, está Oscar Wilde.

Frente a esa esquina, en el número 1 de la calle Merrion, se encuentra su casa: el lugar donde nació y donde vivió con sus padres. William, su padre, era cirujano oftalmólogo; su madre, Agnes, poeta y defensora del nacionalismo irlandés, escribía bajo el seudónimo de Speranza.

Vital, brillante, amante de los idiomas, Wilde estudió en el Trinity College, una parada obligatoria si amas los libros y la cultura. El sol brilla (sí, sorpresa) mientras recorro su campus, admirando sus edificios imponentes. A la hora reservada me dirijo a ver la joya de la corona del lugar.

La biblioteca y el Book of Kells se pueden visitar mediante una visita guiada. Me embarga la emoción al pisar esta biblioteca que llevaba tanto tiempo queriendo ver: sus altísimas estanterías repletas de libros, los bustos de sabios —incluyendo, desde hace poco, cuatro mujeres destacadas— y un gran globo terráqueo que parece flotar en el techo y da la sensación de entrar en un universo propio donde me quiero quedar a vivir. 

En la Long Room, vive también la Brian Boru es el arpa irlandesa más antigua y símbolo de Irlanda.

El Book of Kells, un manuscrito iluminado creado por monjes irlandeses alrededor del año 800 d.C., probablemente en un monasterio de Escocia, llegó a Irlanda tras los ataques vikingos. Somos afortunados de que sobreviviera a aquellos tiempos convulsos.

Contiene los cuatro evangelios y está decorado con colores y detalles de una belleza asombrosa. Solo se exhiben dos páginas a la vez, que se van rotando para asegurar su conservación. La sala, casi en penumbra, te envuelve y te transporta en el tiempo, hasta aquellas manos pacientes que trazaron letras tan minuciosas y hermosas.

Siento que, si tuviera que marcharme de la ciudad ahora mismo, lo haría plenamente feliz. Pero no será el caso: aún queda mucho por ver y por disfrutar. Antes de seguir, hago una parada. ¿Adivinas dónde? Sí: en una librería-café. A solo dos minutos de la universidad está Books Upstairs, la librería independiente más antigua de Dublín.

En su primer piso se encuentra el café, frente a unos ventanales preciosos. Su atmósfera invita a quedarse, a abrir un libro, a escribir. Algunas mesas permiten portátiles; otras, por indicación expresa, no. Me encanta ese detalle.

Decido que este será mi refugio dublinés.

Frente a la librería International Books, junto a la universidad, es donde voy a desayunar. Brewbaker Café se ha convertido en mi lugar de confianza: Connor, el dueño —más irlandés imposible—, y su personal son amables y me preparan delicias veganas.

Paseo por las calles y me enamoro de cada rincón. Paso por la gigantesca librería Hodges Figgis, que me recuerda a la Hatchards de Londres. Cerca también está Ulysses Rare Books, una librería de segunda mano con mucho encanto.

Justo detrás se encuentra la transitada y conocida calle Grafton, donde alguna cantante maravillosa nos deleita con su música. Las que pude escuchar me parecieron tan talentosas… simplemente impresionante.

Al final de la calle, un pasaje comercial luminoso y muy bonito: Stephen’s Green, con sus paredes y tejados acristalados y su gran reloj, que le dan un toque romántico a todas las tiendecitas que alberga.

Aquí también encontramos placas de “aquí vivió”, y paso por la casa de Bram Stoker, escritor irlandés y autor de Drácula.

Cercano está el parque que lleva el mismo nombre que el pasaje comercial, Saint Stephen’s Green Park. Tan romántico: los árboles se reflejan en el lago, los cisnes reposan ajenos al ruido y la velocidad de nuestras vidas.

Junto a otra entrada del parque visito el Museo de la Literatura, ameno, sencillo y muy ilustrativo.

Nota literaria

Este primer post irlandés tiene muchas pinceladas literarias, y me encanta. Adoro esta ciudad; me quiero quedar a vivir aquí. El libro de hoy no puede ser otro que La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde.

Esta comedia de enredos y costumbres sociales, que leí en la carrera y fue escrita a finales del siglo XIX, es un ejemplo perfecto del ingenio y la ironía de Wilde. La historia gira en torno a dos jóvenes que adoptan identidades falsas para poder vivir según sus deseos, y los malentendidos y confusiones que se derivan de ello. Con diálogos brillantes, sátira mordaz y una crítica sutil a las convenciones sociales de la época, la obra se burla de las pretensiones de la alta sociedad victoriana mientras entretiene con un humor elegante y atemporal.

Es un libro que se disfruta tanto por su agudeza como por su ligereza, y encaja a la perfección en un paseo literario por Dublín, ciudad que vio nacer a Wilde y cuya elegancia y humor parecen reflejarse en cada página.

En los días de octubre que me hallaba en Dublín se celebraba Oscariana, un festival en honor a Oscar Wilde. 

 

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Mis viajes alrededor del mundo siempre acompañados de un buen libro. My travels around the world always accompanied by a good book.