De nuevo en Italia, pero esta vez mi destino es cuna de artistas, filósofos y sueños renacentistas: Florencia.
Florencia me recibe de la mano de Marina, con quien me voy a hospedar. Al entrar en su casa en pleno centro, me rodean miles de libros, frondosas plantas y una perrita como la mía, que se llama Violetta. Entre estas paredes, la sensación de hogar y descubrimiento se mezcla mientras me preparo para recorrer sus calles, plazas y rincones llenos de historia y encanto.
A primera hora de la mañana del lunes llego a la scuola Leonardo Da Vinci —sí, la misma que la de Roma—, que tiene unos ventanales con vistas al Duomo; todo en ella respira renacimiento: frescos, columnas y una luz que invita a aprender. Empiezo las clases, que van a ser muy interesantes: todos los alumnos tenemos un nivel parecido, se generan muchos coloquios y debates, y aprendo muchísimo mientras me divierto.
Los lunes, la scuola organiza un paseo temático por la ciudad. El de hoy es ni más ni menos sobre el padre de la lengua italiana, Dante Alighieri, de la mano de una de las profesoras, historiadora de arte y muy salada, que nos ilustra sobre la vida de Dante en Florencia.
Comenzamos en el hospital de Santa Maria Nuova, el más antiguo de Florencia. Fue construido entre 1285 y 1288 por el padre de Beatriz, la mujer que inspiró a Dante. En sus inicios, las enfermeras eran monjas que vivían en un convento situado justo enfrente, desde donde también daban alimento a los pobres. Se cuenta que fue Mona Tessa, una de esas monjas, quien convenció al padre de Beatriz para levantar el hospital.
La iglesia del hospital está llena de detalles artísticos que rompen con la norma, como sus inusuales escalones redondos. En sus muros, pinturas antiguas narran los primeros días del hospital y la vida de quienes lo habitaron.
La siguiente parada es la catedral, el imponente Duomo, cuya construcción comenzó precisamente en los años en que Dante vivía a pocos pasos de aquí.
Junto al Duomo, nuestra profesora señala una discreta placa en la pared que reza “Sasso di Dante”: se dice que aquí solía sentarse el poeta, absorto en sus pensamientos, mientras observaba cómo surgía la catedral. Más adelante, en la Piazza delle Pallottole, hay otra piedra —con una placa humorística que proclama “I’ vero Sasso di Dante”— como si alguien se burlara cariñosamente de la historia.
Sasso significa piedra, y me pregunto cuál será la verdadera. Lo cierto es que la leyenda tiene su encanto: cuentan que Dante tenía una memoria prodigiosa. En este mismo lugar, un conocido le preguntó un día qué era lo que más le gustaba comer. Dante respondió: “huevos”. Un año después, el mismo hombre volvió y le dijo: “¿con qué?”. Y él, sin levantar la mirada, contestó simplemente: “con sal”.
En una calle concurrida pasamos por la que fue la casa familiar de Gemma, la esposa de Dante, y justo en el callejón de enfrente se encuentra la llamada Iglesia de Dante, que casi siempre está cerrada.
Por toda la ciudad aparecen placas con versos de la Divina Comedia, y la que tenemos delante pertenece al Purgatorio. También nos detenemos en el lugar donde Dante vivió con Gemma, en ese entramado de calles y edificios medievales. Allí se conserva una pequeña capilla donde se casaron, que aún mantiene un orificio para dejar donaciones destinadas a alimentar a los pobres. Sus frescos interiores son una auténtica joya.
La Casa Museo de Dante —un impresionante edificio con forma de torre medieval— también se puede visitar, aunque no está del todo claro que el poeta viviera allí; quizá sea más un reclamo turístico que un hecho histórico.
Otro punto de la ruta es el Museo Nazionale del Bargello, que en su origen fue el primer lugar de la ciudad destinado a reuniones políticas, a las que también asistía Dante. Desde allí le llegó la carta que decretaba su exilio.
El tour concluye frente a la iglesia de la Santa Croce. A esa hora ya estaba cerrada, pero volví otro día para recorrer su interior. Hay quien dice que la visita merece aún más la pena que la del Duomo. Yo no entré al Duomo, pero os puedo asegurar que la Santa Croce me entusiasmó.
Llegué cruzando la Piazza della Santissima Annunziata y me encontré con esta magnífica iglesia. Sus muros guardan siglos de arte y fe. La sensación es sobrecogedora: alberga las tumbas de grandes figuras de la historia y el arte italiano, como Michelangelo, Galileo Galilei o Machiavelli, así como monumentos dedicados a Dante. Cada rincón respira historia y creatividad, pero también cicatrices más recientes.

El 4 de noviembre de 1966, el río Arno se desbordó y cubrió Florencia de barro y agua hasta más de cuatro metros de altura en algunas zonas. La iglesia fue una de las víctimas: pinturas, frescos y objetos sagrados quedaron dañados bajo el lodo. Lo más emocionante de esa tragedia fue la reacción de cientos de voluntarios, conocidos como gli angeli del fango, los ángeles del barro, que llegaron de todas partes del mundo para rescatar obras de arte, limpiar calles y salvar lo que parecía perdido. Jóvenes, estudiantes, vecinos y hasta extranjeros anónimos trabajaron día y noche, y gracias a ellos parte del patrimonio de Florencia pudo recuperarse.
NOTA LITERARIA
Florencia se recorre con los pies, pero también con la imaginación y los libros. Estos días me ha acompañado Una habitación con vistas, de E. M. Forster. La historia sigue a Lucy, una joven inglesa que viaja a Italia a comienzos del siglo XX y se enfrenta a las convenciones sociales de su entorno mientras descubre la libertad, el amor y la belleza del mundo que la rodea. Leerlo aquí, paseando por las calles que parecen detenerse en el tiempo, hizo que cada escena cobrara vida: la sensación de asomarse a una ventana y descubrir la ciudad, la mezcla de emoción y libertad que solo viajar puede dar, todo se volvió más intenso.
También quiero mencionar otros títulos que dialogan con Florencia de maneras distintas: Muerte en Florencia, de Marco Vichi, con su trama intrigante ambientada en la ciudad; La Divina Comedia, que sigue presente en placas y rincones; e Inferno, de Dan Brown, que utiliza la ciudad como escenario de un misterio vertiginoso y entretenido.
Florencia, con sus historias, sus calles y sus libros, se queda conmigo como un lugar donde aprender y descubrir se mezcla con la poesía de cada rincón.
Un comentario
Florencia se recorre con el alma❤️