Nápoles con Marco y Frida.

Llegué a Napoli Centrale en tren desde Roma Termini. Queda en frente de la Plaza Garbaldi, donde me esperaba un sonriente Marco. Desde allí fuimos caminando por la calle Corso Emmanuelle I, una de las principales, que ya era una locura de motos y coches a primera hora.

Nápoles, como Roma, está repleta de iglesias, así que ¡nos paramos en la primera! Era sencilla pero la entrada parecía los restos de un templo antiguo, y eso me gustó.

De allí nos fuimos al Duomo, su catedral que si por fuera es bonita, por dentro impresionante.

Es una mezcla de estilos gótico y barroco que me encantó.

Bajo ella está cripta del San Gennaro, una reliquia y ¡un milagro! sí, parece que guardan un poco de su sangre y el día 19 de septiembre, cuando celebran el día que murió, ¡se licúa! ahí tenéis el milagro.

La sala de los tesoros es espectacular, hay un busto que tiene el cráneo del santo dentro. Este país conserva muchas reliquias cristianas, y parece que me las voy encontrado todas.

Lo que nos encantó fue el baptisterio, el más antiguo de occidente.

Tiene algunas pinturas que parecen haber llegado antes que el propio baptisterio.

Desde allí cogimos una de las tres calles más importantes de Nápoles, Spaccanapoli, que significa “partenápoles” y lo hace, literalmente, de norte a sur.

Nos llevó a la pequeña plaza Gerolomini, allí reímos porque no veíamos lo que buscábamos y ESTABA DETRÁS de nosotros. ¿Queréis saber lo que era? el amigo Bansky y su Madonna con pistola.

Cada callecita que da a esa calle es fabulosa, una mezcla de grafitis, edificios antiguos y caos, lleno todo de encanto.

Esta calle se caracteriza por estar llena de iglesias y basílicas. Una de las más bonitas es la barroca y recargada San Gregorio Armeno, que también da nombre a una calle vecina.

Esa pequeña, caótica y entrañable calle vecina también es conocida como la “calle de los belenes”, un gozo para los fanáticos de montar el belén en navidad.

A cada paso os encontraréis iglesias, como Santa Maria della Anime in Purgatorio, me encantan todas.

Nos apetecía algo dulce, por suerte también hay muchos lugares que ofrecen el más típico, la sfogliatella rellena de crema con ricota.

El final de esta callecita nos llevó a la Piazza del Gesú Nuovo coronada por el obelisco a la Inmaculada.

Allí vive también la Chiesa del Gesú Nuovo, una de las más importantes de la ciudad que alberga, además de mucha belleza, una gran colección de arte.

Era anteriormente un palacio que fue requisado y donado a los jesuitas, quienes lo convirtieron en iglesia en 1601.

Durante un terremoto la cúpula cayó y la iglesia cerró treinta años, al remodelarla la sustituyeron por una falsa cúpula achatada.

Frente a ella está la sencilla y bonita Chiesa di Santa Chiara.

Y adyacente está su claustro, uno de mis lugares favoritos. Pasear por sus pasadizos era como estar en una película de Star Wars, fabulosos.

El patio central está decorado con columnas recubiertas de azulejos, sus paredes están revestidas por frescos, el conjunto quita el sentido.

Tras perder el sentido llegó el hambre, y en Napolés ¿qué se come? ¡sí, pizza! así que fuimos a la pizzería Brandi, donde nació la pizza Margherita.

Se cuenta que la reina Margarita de Saboya quería probar ese alimento ideado para alimentar a los más pobres, así que el pizzero de Brandi le llevó algunas para que las probara; a ella, como a mí, le encantó la margarita, ese día con su nombre la bautizaron, y aquí estamos nosotros, ¡zampándonosla!

Recogimos a la pequeña Frida y nos fuimos a la gran Plaza del Plebiscito donde se encuentra el Palacio Real.

Y la Basilica di San Francesco di Paola, con un exterior inmenso e imponente.

Su interior de forma circular nos recuerda mucho al Panteón de Agripa, en el cual se inspiró el artista.

A unos metros de allí está la Galería Umberto I. Es un centro comercial que llama más a mirar hacia arriba que a las tiendas.

Claro que Frida llamaba también la atención.

Desde allí nos fuimos a caminar por el paseo marítimo. Nos recibieron a la par el Castel dell’Ovo y el volcán Vesubio.

Cuentan que al construir el castillo Virgilio escondió un huevo mágico en sus cimientos, dijo que sin él la fortificación no aguantaría. Parece que ahí sigue.

Desde su terraza se pueden apreciar bellas vistas de la ciudad y del Vesubio en todo su esplendor.

Muy cerquita está, mirando al mar también, el Castel Nuovo.

El Cristo Velato en la Cappella di Sansevero y la Galleria  Borbonica son dos visitas obligadas, la pena es que era martes y, estaba cerrado. Ya de regreso al tren pasé por la Pizzería da Michele que Julia Roberts popularizó en “Come reza y ama”

Esta visita me recordó al libro “La Catedral del Mar” de Ildefonso Falcones. En él nos narra cómo las buenas gentes de un barrio de Barcelona construyen una iglesia para su virgen. Todos colaboran sea con dinero o su mano de obra. El joven Arnau, nuestro protagonista, crece trasportando piedra para la causa, pero poco a poco se convertirá en alguien más importante, cuya labor será la de encargarse de la finalización de tan magnífica obra. La novela nos cuenta las intrigas y el poder la iglesia y de los personajes influyentes de esa época, poniendo un gran énfasis en la amistad entre Arnau y su mejor amigo.

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