El Buda y la música de Hong Kong.

Hong Kong es una República Especial de China, y el Hong Kong dólar es su propia moneda. Su nombre significa “puerto fragante” y está situado junto al rio Perla. Yo doy fe cuando Wikipedia dice que es el cuarto Estado más densamente poblado del mundo, porque la pequeña península y sus islas rebosan de vida, lugareños, visitantes, y business men.

Al haber tan poco espacio para tantas personas sus construcciones se basan en rascacielos por aquí y por allá, debo decir que su geografía es espectacular gracias al rio, el puerto y sus montañas, y de repente, pum, salen de la nada varios “mástiles” en forma de edificios altos.

La ciudad es un centro financiero muy importante y de ahí que mucha gente que pasa por allí o se muda lo hace por negocios.

En una de mis visitas conocí a un amable americano en la cola para subir al funicular que nos llevaría a ver el Buda Gigante. Era un domingo de verano muy caluroso y húmedo, y no fuimos los únicos en tener esa idea, así que lo tomamos con calma y nos hicimos amigos.

El Buda más grande de Hong Kon, Tian Tan, se encuentra en la parte más alta de la isla de Lantau, de ahí la idea del funicular, aunque también se puede ir en bus, os perderíais unas vistas impresionantes de la montaña y el puerto. Mi nuevo amigo Curt y yo reservamos asiento en el funicular con el suelo de cristal, ¡FUE GENIAL! Me encantó, aunque creo que algunos de mis compis de vagón no estaban tan seguros de su decisión, así que les animé a sentarse en el suelo y sacar algunas fotos. Al final creo que todos lo pasamos bien y sin vértigos.

Por supuesto la subida a la montaña fue preciosa, el Gran Buda apareció de repente, en la alta lejanía, pequeñito. Al bajar del funicular llegamos al monasterio de Po Lin, que se encuentra en un mini pueblecito muy bonito en lo alto de la montaña.

Recorrimos sus callecitas, llegamos a una gran plaza, desde allí pudimos ver el Gran Buda, grande e imponente al final de unas escaleras, y decidimos subir a verlo.

El Gran Buda se asienta sobre una flor de loto y lo guardan seis figuras que, según leí, representan “La Ofrenda de los seis Devas y están plantadas ofreciendo flores, inciensos, lámparas, ungüentos, frutas y música al Buda. Estas ofrendas simbolizan caridad, moralidad, paciencia, celo, meditación, sabiduría, todos atributos necesarios para entrar en nirvana”.

Se puede entrar en su interior donde se halla una pequeña reliquia de Gautama Buddha que os invito a visitar y ver de qué se trata.

Me sentía feliz estando allá arriba junto al Buda, frente a la belleza que se podía admirar en los 360º que lo rodeaban, había paz y una energía preciosa.

Este es el templo budista más grande de Hong Kong, y al bajar Curt me invitó a sentarnos dentro y meditar, que era su intención esa mañana antes de encontrarse con esta nómada y convertirse en fotógrafo.

Yo fui encantada y pasamos un rato en silencio meditando. Al salir nos encontramos con unas mascotas muy curiosas que rondan el templo. Unas vacas de los más amigables que incluso se echan para que les rasquen la tripa, ¡tan monas! Ellas, además de sagradas, también son felices allá arriba y con tantos visitantes, tienen atención constante.

Ya de regreso a la ciudad y tras despedirme de Curt me fui a Victoria Harbour, cada día a las ocho de la noche hay un espectáculo de luces y sonido súper chulo. El skyline cobra vida, los edificios parecen danzar con el movimiento de las luces al ritmo de la música. No os lo podéis perder. Yo lo vi desde el Paseo de las Estrellas donde también hay un centro cultural.

También se puede hacer un mini crucero por la bahía y ver la sinfonía de luces desde un barco. A mí me gustó ver la tradicional embarcación china con sus velas rojas que navega por la bahía frente a la modernidad de los rascacielos que la pueblan, y así la inmortalicé.

Alguna de mis visitas a Hong Kong coincidieron con mis exámenes finales, por lo que el lugar me recuerda a muchos libros que tuve que leer en la carrera. Hoy me gustaría hablaros de uno que me sorprendió lo mucho que me gustó al leerlo. La verdad es que no esperaba gran cosa y acabé pasando alguna noche con jet lag pegada a él. Me refiero a todo un clásico de la época del romanticismo de la literatura inglesa, Frankenstein de Mary Shelley.

Esta gran autora nos cuenta a través de unas cartas escritas por Walton a su hermana como, el doctor Víctor Frankenstein crea un ser de aspecto monstruoso en una sociedad que lo excluye y que no está preparada para algo así. El doctor traspasa peligrosamente las barreras de su sabiduría al crear un ser con sentimientos muy humanos que acaba sumido en una gran soledad de la que trata de escapar.

El monstruo alberga venganza, ira, odio, cuando Víctor destruye a la compañera que había creado a petición de la criatura. Él, ante el dolor, destruye todo lo que Víctor ama. Su final es conciliador y os invito a llegar a él a través de la historia de este monstruo y la relación con su creador.

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