Accra y sus recuerdos entrañables

Escribe, escribe …

Mi segundo post, ¿y si tengo síndrome de página en blanco?, ¿o lo que escribo no tiene mucho sentido?.
Será el primer síntoma de duda, el saber si seré capaz de escribir algo que valga la pena o simplemente una colección de sinsentidos que salen de mi mente.
¡Vamos allá!, dicen que la mejor forma de quitarse los miedos es poniéndoles cara, o letras en este caso, y a escribir se aprende escribiendo. Así que aquí estoy frente a la pantalla recordando una visita a un mercado artesanal en Accra, la capital de Ghana, en el  cual también se podían  ver las casitas donde vivían los artesanos y una escuela. Mientras los más mayores estaban en clase había un personajillo entrañable que deambulaba por las callejuelitas con cara seria, pero muy dulce, calzaba chanclas dos números más grandes, me acompañaba siempre que visitaba el mercado a dar un paseo cogida de mi mano, sabía que llevaba dulces o galletas en mis bolsillos. Me tenía totalmente encandilada. Me pregunto que habrá sido de ella y que carita tendrá después de los años que han pasado de esta foto.
Yo solía  llevar al mercado bolsas llenas de galletas y dulces, se los entregaba a la profesora de la escuela y ella los distribuía; pero un día no había clase, entonces mis compañeros y yo nos vimos rodeados de criaturas humanas de todos los tamaños, algunas de las alumnas mayores trataban de poner orden para que nos dejaran espacio, pero a mi no me importaba, era divertido, y no era justo que los reprendieran, al fin de al cabo eran niños y todos querían “pillar” algo de las bolsas repletas de chuches que llevábamos.
Ese día lo recuerdo con especial cariño, en las varias visitas que hice a ese mercado fue la que me enterneció más. En otra ocasión  encargué unas fundas para unos timbales de bonitas y coloridas telas africanas, un artesano me las hizo en un plis, eran muy resistentes y tipo mochila, para poder cargarlas más fácilmente. Se los llevé a un amigo músico, me pareció mucho mejor recuerdo que la típica jirafa de dos metros que luego no sabemos dónde colocar en alguno de nuestros apartamentos minimalistas.
El pueblo ghanés me ha parecido siempre maravilloso, por su amabilidad y su sonrisa constante. Siempre me sentí tan segura en esta ciudad que una tarde me acerqué a la playa que quedaba detrás de la piscina del hotel, estaban de fiesta, había un escenario con música, parecía una verbena en toda regla, así que le dije a mi compañera, ¡vamos! Conocimos a una muchacha ghanesa y en nada estábamos bailando y divirtiéndonos con las gentes del lugar, éramos las dos únicas blancas de la African beach party, ¿que más daba?, si al final somos todos del mismo color bajo el sol.
Al viajar hay que atesorar momentos, no solo fotografías de lugares impresionantes. Nos convertimos un poco en etnógrafos y aprendemos de otros pueblos, nos contagian de momentos mágicos y divertidos, como los habitantes de Ghana hicieron conmigo. Estos recuerdos tienen unos años, quizá sea el momento de regresar y ver en qué bella jovencita se convirtió mi princesa africana de las grandes chanclas, ¿no creéis queridos nómadas?
Por ello hoy os voy a hablar de un libro que tuvo un gran impacto en mi vida cuando lo leí, El Profeta de Khalil Gibrán. En cada página el maestro nos cuenta un cuento, una metáfora con significado para quien le escucha o lee. Una vez leí el capítulo del matrimonio en la boda de unos amigos, me pareció ideal. Aquí os lo dejo, profetizando la pronta visita a este país maravilloso y a otros tantos de esta bella tierra.

 

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